El próximo domingo es ya el Domingo de Ramos donde todos los cristianos del mundo empezamos con mucho respeto, devoción y fe la Semana Santa y ojalá que sea una Semana Santa y no una Semana de parranda, de fiestas, borracheras o sexo. Todo lo contrario que sea una ocasión de recogimiento de visitar la Iglesia, de dejar el malgenio, el chisme, el odio, las peleas y la gastadera. En vez de estar pensando en irse de paseo o a la playa más bien dediquémosle un tiempo al hogar, a arreglar el closet, limpiar el cuarto, pintar la casa, y más a la oración y a los seres que más amamos. El centro de estos días debe ser Cristo Jesús que dio la vida y su amor por cada uno de nosotros. El Domingo de Ramos vamos a la Iglesia vestidos de rojo lo cual es signo de alegría y de fiesta porque entra Jesús no solo a Jerusalén sino a la Jerusalén de nuestras vidas. Que ojalé nuestro compartimento sea otro y que el cambio sea para pedir sanación de nuestra lengua, que dejamos atrás los malos comentarios, los chismes y la envidia. En este tiempo escuchemos buena música, leamos buenos libros y participemos en las celebraciones litúrgicas de Semana Santa. El literato Aleman Goethe no toleraba que nadie hablara mal de otra persona en su casa. Si alguno se atrevía a insinuar algo, en este sentido el poeta le imponía silencio enseguida: “No, aquí no. Si le gusta el llenen de barro su casa; no la mía”. Goethe por otra parte, sabía elogiar y una vez que viajaba por Italia, una princesa Romana le pidió un autógrafo. El poeta le dijo: “Hágame una pregunta y se la contestaré. “Ella le pregunto: Si no fuera Goethe, ¿Quién le gustaría ser?” “Aquí en Roma su príncipe”, contesto el escritor. No hablar mal de los ausentes y estimular a los demás. Son dos buenas decisiones para convivir en armonía en este tiempo en que Jesús manifiesta su amor y compasión por la humanidad.
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