Dios tiene una alabanza escrita para tu vida.
Por Rev. Padre José E. Hoyos/
A menudo vamos manejando, a la oficina o a nuestro propio hogar y estamos con la radio encendida oyendo canciones del mundo que de alguna manera nos traen grandes recuerdos, nos llena de nostalgia, de ilusiones o nos transporta a otro estado anímico.
Quién no recuerda temas como “Alfonsina y el mar” de Mercedes Sosa, “Mi viejo” de Piero, “Qué será?” de José Feliciano, “Ojalá que llueva café” de Juan Luis Guerra, “Solo le pido a Dios” de León Greco, “Y volveré” de Los Ángeles negros, “La Bamba” de Los Lobos, “Esta tarde vi llover” de Armando Manzanero, “Amor Eterno” de Juan Gabriel, “Realmente no estoy tan solo” de Ricardo Arjona entre millones más de canciones.
Pero si profundizamos y reflexionamos más espiritualmente nos daremos cuenta de que hay otro tipo de melodías y canciones que tienen un mayor impacto, mejor mensaje y sobre todo el poder de acercarnos a Dios.
Dios definitivamente tiene grandes y maravillosas alabanzas escritas para nuestras vidas.
Cuando sentimos que ya no podemos con nuestras cargas, enfermedades, frustraciones o tristezas, allí es precisamente donde los Ángeles de Dios interpretan sus melodías. Cada canción católica obedece al plan de salvación y de renovación que Dios trae personalmente en nuestras vidas. Como pueblo de Dios, eres y somos creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano (Efesios 2:10). Pero tu vida no producirá una música hermosa a menos que le dejes obrar a través de ti.
Cuando sentimos que Dios nos carga en vez de aliviarnos hay que ponerle música celestial a nuestras penas y angustias, hemos de evitar las rendijas de desesperación y de las quejas. Casi siempre no entendemos en el momento, más si no perdemos la esperanza, podemos llegar a constatar que las decisiones de Dios son como melodías musicales que siempre comienzan a favor de quienes confían en Él.
Las canciones católicas de alabanza llevan a las personas a olvidarse de las dificultades, de los intereses personales, para centrar su atención en Dios mismo, para alabarlo de todo corazón, para manifestarle su agradecimiento, su admiración por su bondad y misericordia.
El Salmo 103 es un gran ejemplo de lo que debe ser la oración de alabanza. David era un poeta bendecido y maravilloso.
San Pablo nos dice: “Todo me es permitido pero no todo me es provechoso”. Es importante que en este tiempo de Cuaresma escuchemos música que sea católica auténtica y no protestante pues hay una gran diferencia aunque suene muy bonito. Cómo no cantar el “Ave María”, “María de Nazaret”, “Una espiga dorada”, “Alma Misionera”, “Caminaré”, “Junto a ti María”, “Juntos como hermanos”, “Que alegría”. El que canta reza dos veces.
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