Definitivamente hemos empezado un tiempo muy especial en el calendario litúrgico de nuestra Iglesia Católica. La Cuaresma: cuarenta días de preparación espiritual acompañados de oración, ayuno, penitencia y obras de misericordia.
Esta es una gran oportunidad no para dejar de realizar cosas como por ejemplo, no comer chocolates, galletas, carne, pan sino más bien compartir con el necesitado. En este tiempo al tener un encuentro personal con Cristo nos sentiremos con gran fuerza parte de la familia católica con derechos y deberes nos daremos el lugar de ser espiritualmente un hijo(a) de Dios. Necesitas entonces tomar la decisión de descubrirte y darte el valor que sin dudas tienes.
Una mujer trabajaba como servidora en el palacio de un rey, y la princesa de allí trataba de discriminarla con expresiones bajas e hirientes, hasta el extremo de decir un día: tú no eres nadie, yo en cambio soy la hija del Rey. A estas palabras la trabajadora respondió con elocuencia: “Tu eres hija del Rey, pero yo soy la hija de Dios. Tú eres una persona valiosa, pero no lo eres hasta que no lo reconoces. Tú debes ser justo contigo mismo y darte el valor que realmente tienes. Como esa trabajadora: “Pero yo soy la hija de Dios”.
Eres realmente lo que te propones ser y lo que aceptas que eres. Eres aquello que eres. Pero continuamente vives marchitándote en tus propias insatisfacciones, en tus absurdas comparaciones con los demás: “Si mi familia tuviera”, “Si yo fuera”, “Si yo tuviera fama”, “Si mi hombre fuera alto”, “Si mi casa fuera grande”, “Si mi esposa fuera”, “si mis hijos actuaran con mis vecinos”, “Si mi situación económica fuera otra”, “Si yo tuviera”. Siempre en el error de conjugar el futuro desconocido en vez del presente concreto, empecinado en no querer ver la felicidad es un estado subjetivo, voluntario, no una realidad material concreta ni mucho menos una meta lograda.
La felicidad es convertir la vida en ilusión, en esperanza, en servicio, en metas alcanzables, en sueños, en amor, disfrutar de lo que eres y de aquello que posees sin lamentarte por aquello que te falta. Puedes elegir hoy, estar feliz con lo que eres, con lo que tienes; o vivir amargado por lo que no tienes o no puedes ser.
Para que pongamos nuestra casa espiritual en orden. Empecemos cada mañana en oración. Y terminemos el día dando gracias a Dios como hijos predilectos y dispuestos a acompañar a Cristo en este tiempo cuaresmal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario