El tiempo litúrgico dentro de la Iglesia Católica nos lleva en oración al encuentro del tiempo de la Cuaresma, una oportunidad para renovarnos espiritualmente y empezar nuestra propia conversión. Es un tiempo de reflexión donde cada cristiano debe seriamente evaluar con conciencia como ha llevado su vida en el caminar hacia el encuentro con Cristo. Algunos católicos siempre se sorprenden cuando se les recuerda que el miércoles próximo es el Miércoles de Ceniza. Pues se asustan al enterarse que su vida de Iglesia anda bastante descuidada y pues, aunque muchos se sorprenden, es un campanazo con mucho ruido que hace despertar a muchos que han estado alejados de la Penitencia, la oración, el ayuno y sobre todo las Obras de Misericordia.
Con la celebración significativa del Miércoles de Ceniza comienza el tiempo de Cuaresma, época en que la Iglesia nos invita a la reflexión, la conversión y la renovación de la fe, y lo hace reiterando el mensaje de los profetas del antiguo Israel. El tiempo de Cuaresma se desarrolla en 40 días, empieza miércoles de Ceniza y termina con la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo.
El color litúrgico de este tiempo es morado que significa luto, silencio, recogimiento y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia y de conversión espiritual, tiempo de preparación al misterio pascual. En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar nuestro estilo de vida, al morir el hombre de mundo para que resucite el hombre nuevo espiritual. La Iglesia Católica nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y realizando obras de caridad. La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de sacar de nuestros corazones el odio, la envidia, los celos, el rencor, el chisme, las malas palabras, la pereza, los vicios y la falta de solidaridad con el prójimo que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la Resurrección.
La Práctica de la Cuaresma data desde el Siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de Penitencia y de renovación para toda la Iglesia con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las Iglesias de oriente, la practica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de acercamiento al único salvador: Cristo Jesús.
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