En mi experiencia personal y en el contacto diario que tengo con las personas en los diferentes grupos sociales, encuentro una apremiante necesidad en tener cuidado cuando hablamos en público, o le enviamos un mensaje a alguna persona.
Pues podemos causarle daño, o alimentar falsas esperanzas o comunicar algo que no queríamos decir o no era la intención que teníamos. Saber comunicarnos es un gran regalo de Dios, es un arte, es una cualidad y un gran don.
Tenemos que hacer un gran esfuerzo para aprender a hablar y a escuchar, pensar y organizar las ideas antes de hablar, reflexionemos acerca de esta enseñanza: un joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice “Maestro, un amigo estuvo hablando mal de ti”, “espera” lo interrumpe el Maestro, “¿Lo hiciste pasar por las tres rejas, lo que vas a contarme?” “¿Las tres rejas?” preguntó el discípulo, “Si, la primera es la verdad, ¿Estás seguro que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?”, “No, lo oí comentar a unos vecinos” “Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien? “ “No, en realidad no, al contrario….” “¡Ah Vaya! La ultima reja es la necesidad, ¿es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?” “a decir verdad, no”.
Entonces dijo el sabio sonriendo, “si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido”. Ojalá pongamos en práctica esta reflexión, filtremos aquello que decimos, hagamos que nuestras palabras pasen por el colador de las tres rejas antes de decirlas, mejoremos nuestra comunicación con los demás, utilicemos temas y palabras que edifiquen y no dividan, no le dañemos la reputación a los demás con nuestros comentario ponzoñosos, controlemos la lengua, ella no tiene huesos pero puede deshuesar a las personas.
No te olvides echarle miel y azúcar a tus palabras…¡por si algún día tienes que tragártelas! Hoy más que nunca aprende a comunicarte con amor y tus relaciones te darán paz y felicidad.
Pues podemos causarle daño, o alimentar falsas esperanzas o comunicar algo que no queríamos decir o no era la intención que teníamos. Saber comunicarnos es un gran regalo de Dios, es un arte, es una cualidad y un gran don.
Tenemos que hacer un gran esfuerzo para aprender a hablar y a escuchar, pensar y organizar las ideas antes de hablar, reflexionemos acerca de esta enseñanza: un joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice “Maestro, un amigo estuvo hablando mal de ti”, “espera” lo interrumpe el Maestro, “¿Lo hiciste pasar por las tres rejas, lo que vas a contarme?” “¿Las tres rejas?” preguntó el discípulo, “Si, la primera es la verdad, ¿Estás seguro que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?”, “No, lo oí comentar a unos vecinos” “Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien? “ “No, en realidad no, al contrario….” “¡Ah Vaya! La ultima reja es la necesidad, ¿es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?” “a decir verdad, no”.
Entonces dijo el sabio sonriendo, “si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido”. Ojalá pongamos en práctica esta reflexión, filtremos aquello que decimos, hagamos que nuestras palabras pasen por el colador de las tres rejas antes de decirlas, mejoremos nuestra comunicación con los demás, utilicemos temas y palabras que edifiquen y no dividan, no le dañemos la reputación a los demás con nuestros comentario ponzoñosos, controlemos la lengua, ella no tiene huesos pero puede deshuesar a las personas.
No te olvides echarle miel y azúcar a tus palabras…¡por si algún día tienes que tragártelas! Hoy más que nunca aprende a comunicarte con amor y tus relaciones te darán paz y felicidad.
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