Esta mañana en mi oficina del Apostolado Hispano de la Diócesis de Arlington a la visita de un grupo entusiasta de Misioneros que desde Republica Dominicana visitaban por primera vez los Estados Unidos.
Banicá es nuestra misión que nuestra Diócesis de Arlington apoya pastoralmente y económicamente desde hace 20 años; motivo por el cual este grupo de misioneros estará dando varios conciertos musicales y explicando cómo esta misión localizada entre la frontera de Haití y Republica Dominicana ha dado grandes frutos espirituales.
Son muchos los voluntarios que cada año con su entusiasmo y oración colaboran y apoyan en nuestra misión. En nuestros pueblos latinoamericanos, dominados por la desigualdad y la pobreza, sobresalen las marcas del heroísmo de miles de misioneros que con su ejemplo han ayudado a muchas personas a acercarse más a Cristo. No olvides que ser misionero no es ir solo a tierras lejanas, pues es posible que tú mismo hogar y tu vida personal sean tierras de misión donde todavía no ha llegado Dios.
Que ojala tus manos toquen otras manos para que en una gran cadena humana muchas manos tomen las manos de Cristo. “Cuenta la leyenda que un maestro viajaba con un discípulo suyo que tenía la responsabilidad de cuidar su camello. Una noche, rezó mientras se acostaba para dormir: ciudad tú mi camello, lo dejo en tus manos. A la mañana siguiente, el camello había desaparecido. ¿Dónde está el camello? Le pregunto el maestro. No se contestó el discípulo. Tienes que preguntarle a Dios. Anoche lo deje en tus manos porque estaba demasiado cansado. No es culpa mía que se haya escapado o haya sido robado. Yo le he pedido a Dios que lo vigilara. Es Dios el responsable de todo esto. Tú me dices, Maestro, que tengo que confiar en Dios con toda el alma. Le contesto el maestro, per también ata el camello, porque DIOS NO TIENE OTRAS MANOS QUE LAS TUYAS. Y ojala tus manos sirvan para llevar a otros a las juntar las manos de Cristo.
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