Por Rev José E. Hoyos Salcedo.
Da tristeza como dentro de nuestra propia Iglesia Católica, los mismos católicos nos bombardeamos los unos a los otros criticándonos, condenándonos o juzgándonos por nuestra forma de Orar o de expresar muestra Religiosidad o devoción.
Todas nuestras expresiones de Fe dentro de la Iglesia son una gran riqueza no una amenaza para la sana doctrina, cuando hay una dirección o guía de los Sacerdotes o Laicos comprometidos.
Vuelvo y repito los grupos de Oración Carismáticos son una Bendición y se convierten en los motores de la Iglesia. Hay que apoyarlos en vez de criticarlos, un buen Católico debe conocer la diversidad de los movimientos dentro de la Iglesia.
Como los Apóstoles en Pentecostés seremos también nosotros “Revestidos de la fuerza de lo alto” (Lucas 24,49). San Pablo con gran sabiduría recuerda a aquellas personas que con actitud negativa y con desprecio ignoran a los grupos de oración y ponen en entredicho el que afirmemos que todos tenemos un mismo Espíritu y ese es el Espíritu Santo.
Por esos dice el Apóstol San Pablo que todas las Almas fieles que crean en Cristo “beben en un mismo Espíritu”. 1 Corintios 12,31.
“Que Dios, fuente de toda esperanza, les conceda esa Fe que da frutos de alegría y paz y así se sientan cada día mas esperanzados por el poder del Espíritu Santo” Romanos 15,13.
Es por eso querido(a) hermano(a), Diacono, Sacerdote o Religioso que con el cariño del mundo y el gozo del Espíritu Santo, como Felipe invito a Natanael que vengas a ver. Ven y regocíjate en las bendiciones, Sanaciones y victorias que da la fuerza del Espíritu Santo y que a los Sacerdotes dentro de las tentaciones, nos hace más fuertes y más sanos.
Cada bautizado en Cristo Jesús y ungido con el poder del Espíritu Santo, esta llamado constantemente a Evangelizar, a llevar paz, alegría y esperanza a los enfermos y moribundos, a invitar a otros a liberarse de las cadenas que los oprimen y a llevar la palabra hasta los confines de la tierra. El despreciar a un grupo de Oración es despreciar la Fe y la esperanza de nuestros propios hermanos(as)
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