miércoles, febrero 16, 2011

¿Qué necesito para llegar a la casa del Padre?

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Queridos hermanos(as): Alguna vez ustedes se han preguntado: “si me muero en este mismo instantes iré al cielo?” Estamos listos, limpios de pecado, reconciliados, para ganarnos esa entrada especial a la casa de nuestro Padre y disfrutar la vida eterna?

Preguntémonos por un momento ¿Qué me impide comenzar ese viaje espiritual? ¿Cuándo fue la última vez que participé de los sacramentos de Penitencia y Comunión? Entonces recordemos mis hermanos que San Pablo en numerosas ocasiones en las Sagradas Escrituras nos esta recordando que el principal obstáculo en nuestras vidas es el pecado; él nos dice que el pecado no tiene sentido para quien pretenda ser verdaderamente cristiano y el apóstol San Pablo nos recuerda: “y aunque los incorporados a Cristo por el Bautismo estén muertos al pecado, el pecado no está muerto”.

Hermanos católicos no compliquemos tanto nuestra fe, buscamos erróneamente la salvación y entrada al cielo en el internet, en los predicadores, brujos, adivinos y motivadores personales que con un positivismo pasajero nos presentan millones de alternativas para ir al cielo y para encontrar la salvación en línea directa. Pero les recomiendo que para empezar a subir esa escalera al cielo 3 maneras sencillas nos pueden ayudar. 1. Doblar rodillas en oración, sin excusas de que no puedes porque sufres de artritis, tienes problemas en los meniscos, te duelen las piernitas, etc. Inténtalo y cree en el poder del Espíritu Santo, Cristo te invita a que dobles tus rodillas cada día por media hora, tus oraciones, tu novena, tu rosario o en silencio. Y en cada Eucaristía ponte de rodillas en el momento de la elevación y cree firmemente en que Jesús está vivo en la Hostia Consagrada; hazlo con mucha devoción. 2. Cierra los ojos: debes traer la imagen de Cristo y mírale fijamente a sus ojos y pídele perdón por tu pasado, tus pecados, tu indiferencia ante la Iglesia, tu falta de solidaridad y déjate llevar por la mirada de Jesús; los ojos de Cristo tienen poder, ellos sanan y cicatrizan las heridas del alma. 3. Levanta tu clamor a Dios: habla personalmente con el Maestro, pues el Nazareno debe ser tu mejor amigo, Cristo quiere oírte, escucharte y contestar tus plegarias.

Para llegar a la casa del Padre, verdaderamente hay que tener mucha fe, mucha perseverancia y ganas de llegar. San Lucas 12, 35:37 dice: “tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, sed como los criados que están esperando a que su amo vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los criados cuando llegue. Os aseguro que se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos”.

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