Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Todo es posible para el que cree en Cristo. Es por eso que al avanzar el nuevo año 2011, tomemos en serio el llamado que nos hace la Iglesia para servir y colaborar en su evangelización. En la primera carta de San Pedro 1, 17-19 nos dice: “y si llamáis Padre al que juzga sin favoritismos y según la conducta de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación. Sabed que no habéis sido liberados de la conducta idolátrica heredada de vuestros mayores con bienes caducos, el oro, o la plata, sino con la Sangre Preciosa de Cristo Cordero sin mancha y sin tacha”.
Todos los bautizados en la Santa Madre Iglesia Católica estamos llamados a ser discípulos serios, comprometidos con una doctrina sana y trasparente y decididos a luchar en el nombre de Cristo y sin miedo a anunciar el Evangelio a todas las generaciones. En esta época mis hermanos católicos, cuando la falta de fe, de compasión, de amor y de frialdad hacia la Iglesia sacan a Dios de nuestras familias, matrimonios, sociedad etc. es cuando con mayor responsabilidad y seriedad debemos tomar en serio el llamado que nos hace Cristo Jesús.
Hoy más que nunca es cuando debemos defender nuestra fe ante nuevas ideologías o nuevas creencias que se acomodan a la pereza y facilismo espiritual. La mejor forma de hacerlo es mostrándonos firmes en la fe, asiduos en la oración, contando nuestras experiencias de nuestra conversión y convirtiéndonos sin miedo en testimonios de fe verdaderas.
En Hechos de los Apóstoles 1-8 nos dice: “entonces los que estaban reunidos, le preguntaban diciendo: Señor, ¿restauras en este tiempo el reino de Israel? El les dijo: no os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder. Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra”.
La primer exigencia es que al recibir el llamado de Dios tenemos que pararnos firmemente, si queremos ver el poder de nuestro Padre Celestial reflejado en nuestra vida y deseamos escuchar su voz, entonces tenemos que pararnos firmemente en su santa y divina palabra, Dios nos llamó, Dios nos escogió, Él nos da de comer, su palabra nos bendice con su Santo Espíritu y nos exalta a que vivamos el Evangelio a plenitud para que nuestra Iglesia Católica se mantenga en roca firme.
Todo es posible para el que cree en Cristo. Es por eso que al avanzar el nuevo año 2011, tomemos en serio el llamado que nos hace la Iglesia para servir y colaborar en su evangelización. En la primera carta de San Pedro 1, 17-19 nos dice: “y si llamáis Padre al que juzga sin favoritismos y según la conducta de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación. Sabed que no habéis sido liberados de la conducta idolátrica heredada de vuestros mayores con bienes caducos, el oro, o la plata, sino con la Sangre Preciosa de Cristo Cordero sin mancha y sin tacha”.
Todos los bautizados en la Santa Madre Iglesia Católica estamos llamados a ser discípulos serios, comprometidos con una doctrina sana y trasparente y decididos a luchar en el nombre de Cristo y sin miedo a anunciar el Evangelio a todas las generaciones. En esta época mis hermanos católicos, cuando la falta de fe, de compasión, de amor y de frialdad hacia la Iglesia sacan a Dios de nuestras familias, matrimonios, sociedad etc. es cuando con mayor responsabilidad y seriedad debemos tomar en serio el llamado que nos hace Cristo Jesús.
Hoy más que nunca es cuando debemos defender nuestra fe ante nuevas ideologías o nuevas creencias que se acomodan a la pereza y facilismo espiritual. La mejor forma de hacerlo es mostrándonos firmes en la fe, asiduos en la oración, contando nuestras experiencias de nuestra conversión y convirtiéndonos sin miedo en testimonios de fe verdaderas.
En Hechos de los Apóstoles 1-8 nos dice: “entonces los que estaban reunidos, le preguntaban diciendo: Señor, ¿restauras en este tiempo el reino de Israel? El les dijo: no os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder. Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra”.
La primer exigencia es que al recibir el llamado de Dios tenemos que pararnos firmemente, si queremos ver el poder de nuestro Padre Celestial reflejado en nuestra vida y deseamos escuchar su voz, entonces tenemos que pararnos firmemente en su santa y divina palabra, Dios nos llamó, Dios nos escogió, Él nos da de comer, su palabra nos bendice con su Santo Espíritu y nos exalta a que vivamos el Evangelio a plenitud para que nuestra Iglesia Católica se mantenga en roca firme.
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