Por el Rev. José Eugenio Hoyos
En estas Navidades no solo nace Jesús el 24 de diciembre y ahí todo termina, pues todo lo contrario siendo Jesús un niño además de traernos alegría viene con su divinidad a traernos sanación. El 25 de diciembre personalmente tengo una devoción y una gran fe al Niñito Jesús, pues en mis años de vida sacerdotal soy testigo de la cantidad de milagros que a través de su santa imagen a realizado.
Es por eso que cada 25 de diciembre tengo la costumbre de pedirle a todas las personas que saquen de los pesebres y nacimientos los Niños Dios para ser bendecidos en la Iglesia y después de la bendición pidan un deseo y si conocen a una persona enferma con cáncer u otra enfermedad terminal que se lo lleven, oren un Ave María, un Padre Nuestro y un Gloria. Santa Catalina de Siena, por ejemplo, tenía gran devoción al niño Dios. Una noche de Navidad, mientras oraba con sus hermanas de la tercera orden en la Iglesia de Santo Domingo, se le concedió una visión muy impresiónate: La Virgen María de Rodillas adorando en oración ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Catalina estaba tan sobrecogida que suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al niño por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomo al niño y se lo entrego a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo beso y le susurró en el oído los nombres de todos sus seres queridos.
Poco antes de morir en el Adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una amiga: “Te pido, en este dulce Tiempo de Adviento y de la Fiesta de Navidad, que visites el pesebre donde posa el manso cordero. Allí encontraras también a María, una extranjera y un exilio, en tan grande pobreza que no tiene con que vestir al hijo de Dios, o fuego con que calentarlo. Asegúrate de recurrirá siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz. Santa Catalina tenía gran compasión por los enfermos y los atendía con esmero. En una visita a Pisa, enviada por sus superiores, sano a muchos enfermos y aun a más almas. En esta Navidad déjate sanar por el Niño Dios.
En estas Navidades no solo nace Jesús el 24 de diciembre y ahí todo termina, pues todo lo contrario siendo Jesús un niño además de traernos alegría viene con su divinidad a traernos sanación. El 25 de diciembre personalmente tengo una devoción y una gran fe al Niñito Jesús, pues en mis años de vida sacerdotal soy testigo de la cantidad de milagros que a través de su santa imagen a realizado.
Es por eso que cada 25 de diciembre tengo la costumbre de pedirle a todas las personas que saquen de los pesebres y nacimientos los Niños Dios para ser bendecidos en la Iglesia y después de la bendición pidan un deseo y si conocen a una persona enferma con cáncer u otra enfermedad terminal que se lo lleven, oren un Ave María, un Padre Nuestro y un Gloria. Santa Catalina de Siena, por ejemplo, tenía gran devoción al niño Dios. Una noche de Navidad, mientras oraba con sus hermanas de la tercera orden en la Iglesia de Santo Domingo, se le concedió una visión muy impresiónate: La Virgen María de Rodillas adorando en oración ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Catalina estaba tan sobrecogida que suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al niño por un momento. Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomo al niño y se lo entrego a Catalina, quien teniéndolo en sus brazos, lo beso y le susurró en el oído los nombres de todos sus seres queridos.
Poco antes de morir en el Adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una amiga: “Te pido, en este dulce Tiempo de Adviento y de la Fiesta de Navidad, que visites el pesebre donde posa el manso cordero. Allí encontraras también a María, una extranjera y un exilio, en tan grande pobreza que no tiene con que vestir al hijo de Dios, o fuego con que calentarlo. Asegúrate de recurrirá siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz. Santa Catalina tenía gran compasión por los enfermos y los atendía con esmero. En una visita a Pisa, enviada por sus superiores, sano a muchos enfermos y aun a más almas. En esta Navidad déjate sanar por el Niño Dios.
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