Rev. José Eugenio Hoyos
Nuevas Raíces
30 de julio de 2007
¡Qué vergüenza que ante los ojos del mundo en algunas ciudades y condados de los Estados Unidos se estén dando leyes represivas y antisociales con los seres vulnerables de la sociedad, en este caso, nuestros hermanos inmigrantes! Este país se ha caracterizado por ser un país de leyes, es cierto, pero también ha sido un ejemplo de libertad, conciente de la defensa de los derechos humanos, de la igualdad, de la tolerancia. Su historia nos ha dejado un legado y ha educado a nuevas generaciones a rechazar el racismo y la discriminación; el mundo civilizado no ha olvidado que Estados Unidos es un país de inmigrantes y el término y persona inmigrante no ha cambiado. Lamentablemente los orígenes de la inmigración continúa siendo la misma: persecución, guerras, pobreza, discriminación, etc.
Los inmigrantes del siglo 21 no son criminales. ¡Por favor señores Minutemen, ustedes tienen que regresar a las fuentes de la historia y a reeducarse de nuevo!
Preguntémonos queridos amigos, ¿qué diferencia hay entre los Minutemen, los Nazi y el Ku Klux Klan? Muy poca es la diferencia pues a través de sus campañas de estar en contra de otros seres humanos proclaman el racismo, o la discriminación. Entonces debemos preguntar a los legisladores quienes son en realidad los verdaderos criminales, ¿los inmigrantes que trabajan duro, pagan impuestos, son despreciados, están huyendo de la guerra y la pobreza? ¿o aquellos que persiguen, atacan y censuran a los desposeídos, a los débiles, a los inmigrantes con la excusa de que hay de defender a América, para no perder los valores, la tradición, la cultura, el idioma? Parece que se les ha olvidado que a quienes ellos atacan también son América, la América morena, la América India y la América que habla el idioma español. Duele decirlo pero como hispano que soy, como ciudadano americano también, me siento atacado y perseguido.
Por favor, no regresemos a las sombras negras de la historia. Dejemos esos lunares atrás. Debemos estar más unidos que nunca. Hay que enseñarle a América que la verdadera caridad y los grandes principios cristianos se encuentran en darle la bienvenida al extranjero, al pobre, al perseguido, al marginado, al diferente y a los que sufren. Sigamos adelante, no retrocedamos la historia. ¡Claro que sí se puede!