Por P. José
Eugenio Hoyos
Juan 8:12 nos dice: “Yo soy la luz del mundo el que me siga
no caminará en la obscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.
Durante la Vigilia Pascual, cuando el Diácono o el Sacerdote
entra en la Iglesia oscura con el cirio pascual, recita o canta “Luz de Cristo,
a lo que los fieles responden: “Demos gracias a Dios”. Este canto nos recuerda
como Jesús llegó a nuestro mundo de pecado y muerte para traernos la luz de
Dios.
En la antigüedad las velas iluminaban los sepulcros de los
Mártires. Existen pruebas de que se encendían velas o lámparas de aceite en las
tumbas de los Santos y Mártires desde el año 200. La luz representa nuestras
oraciones ofrecidas en la fe que se convierten en la luz de Dios. Con la luz de
la fe, suplicamos a nuestro Señor por nuestras plegarias o a un Santo para que
rece con nosotros.
Otra palabra que se utiliza para referirse a este tipo de
velas es: “VOTIVA” y proviene del Latín Votum, que significa promesa,
compromiso o simplemente plegaria. Refuerza la idea de que las velas
representan nuestras oraciones ante Dios.
Como seres humanos, tenemos cuerpo y alma y a menudo,
nuestras oraciones deben expresarse de un modo físico y tangible.
No encendemos las velas porque creemos que así Dios escuchará
mejor nuestras plegarias, sino porque necesitamos un elemento visual que
conecte nuestro cuerpo y nuestra alma.
¿Por qué encendemos velas a los Santos?
1. Porque
nuestra fe Católica es luz. Cristo dijo “Yo soy la luz del mundo”. Esa luz nos
recuerda la luz con la que Cristo ilumina nuestras almas.
2. Para
recordarnos la naturaleza radiante del Santo ante cuya imagen encendemos la
vela, pues nos dice Juan 12, 36 y Lucas 16, 8: “Los Santos son llamados hijos
de la luz”.
3. De modo que
sirva como reproche para nosotros por nuestras malas acciones y por nuestros
deseos y pensamientos oscuros; para que nos llame de nuevo al camino de la luz
del Evangelio e intentemos con más fuerza cumplir los mandatos del Señor. Mateo
5:16 nos dice: “Así brille nuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y glorifique a vuestro Padre que está en los cielos.
4. Con objeto
que la vela sea nuestro humilde sacrificio a Dios, que se entregó por completo
a sí mismo en sacrificio por nosotros, y un pequeño signo de nuestra inmensa
gratitud y nuestro amor ardiente por aquel al que pedimos en nuestra oración
que nos conceda vida, salud, salvación y todo lo que sólo el infinito amor
divino puede otorgar.
5. Para que
infunda terror a los poderes malignos que a veces nos atacan incluso durante la
oración y desvían nuestros pensamientos del creador.