Reverendo José Eugenio Hoyos
Salcedo
Su santidad el Papa Francisco ha establecido desde el Vaticano que “Una
Constituyente hace peligrar el futuro democrático de Venezuela”, y a la vez se
ha congraciado con la idea propuesta por el subsecretario de Estado de EE.UU,
John Sullivan, sobre la formación de un grupo de países garantes, cuyo objetivo
único sea una salida de la crisis; este grupo será escogido por el Gobierno de
Venezuela y por la Oposición venezolana. Delcy Rodríguez, o Betty la fea,
expuso su última perla degradante al rechazar la noción sobre la conformación
de este grupo de naciones afirmando destructivamente que “era un esfuerzo
inútil e innecesario”. De esta manera es como aparece brillante Bernardito en
el cielo oscuro de Venezuela. Bernardito Auza como el observador permanente de
la Santa Sede en la OEA leyó, ampliando y complementando las ideas anteriores,
el siguiente texto en Cancún, México, durante la 47 Asamblea General: “el
actual clima de enfrentamiento también ha afectado a la iglesia católica en
Venezuela. Se han verificado episodios de amenazas a sacerdotes, irrupciones
violentas durante las celebraciones litúrgicas, acusaciones injustificadas
contra instituciones eclesiásticas y ataques difamatorios contra algunos
obispos”.
Debido a las ideas anteriores es por lo que Bernardito entona su cálida
voz en la OEA: “la situación en Venezuela ha adquirido tintes dramáticos en los
últimos meses”. En medio de las tinieblas venezolanas aparece la luz de
Bernardito. Bernardito muestra una vez más las profundidades del caos, dibuja
el fracaso de la dictadura y confirma la omnipotencia del dictador. Son los
aires del Empíreo que llegan a la tierra de Bolívar, es el aura celeste de la
democracia que ondea sobre la patria de El Primer Venezolano Universal,
Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, es la puja por la superación de la
oscuridad, es una sana intención para desdibujar y objetivar ese descosido collage de cambios forzados que dibuja
la fracasada dictadura en Venezuela.
También, los seis miembros del CEV-Conferencia Episcopal Venezolana con
sus representaciones de Cumaná, Barinas, San Cristóbal, San Felipe, Caracas y
Mérida han comulgado con Roma aportando sobre manera ideas anti dictatoriales, anti Constituyentes,
todas ellas coherentes con la posición papal; el informe del Vaticano emitido
por Greg Burke registra 78 personas muertas y más de un millar de personas
heridas (1450); veamos la síntesis papal: “La solución verdadera de Venezuela
es la de las elecciones. Debe cumplirse con la Constitución, debe dársele curso
a las elecciones, debe abrirse un canal humanitario, deben soltarse todos los
presos políticos y debe respetarse la Asamblea Nacional”.
Es así como el cardenal arzobispo de Caracas, Jorge Liberato Urosa
Savino, ha descargado abiertamente sabias letras para los endilgados y
tortuosos del momento: “la represión del gobierno ha sido cada vez más cruel,
la propuesto de una Constituyente por fuera de la Constitución es espuria,
parcializada, no respeta el voto universal, libre y directo de los venezolanos,
sino que va a hacerse de forma sectorial y con electores escogidos de forma
irregular”. Cuando el Tribunal Supremo deja alegremente al Parlamento sin
competencias, cuando se traza una fecha fatídica como es la del 30 de julio,
2017 y cuando el diálogo es el plomo, las tanquetas de agua, los perdigones y
los gases lacrimógenos, en consecuencia, la intención se vuelve banal e
insustancial por ser sinuosa apareciendo la copia repetitiva y cíclica, a
manera de un eón barroco, cuya morfología y profundis histórico es el simple
eco de Fuente Ovejuna (1619): “todos a una”, repetía el dramaturgo
barroco Lope de Vega. Lo anterior se complementa con claridad en las palabras
lúdicas del ex presidente dominicano Leonel Fernández cuando al unísono de sus
co partidarios José Luis Rodríguez Zapatero, de España y Martín Torrijos, de
Panamá, acuerdan acolitar en pro de Venezuela. Leonel Antonio Fernández Reyna
recita así: “Todo lo que se pueda hacer por Venezuela hay que hacerlo, pero con
las garantías necesarias. Si no, jugamos al pin-pin-pirulero”. Con La
Prostituyente en marcha, Nicolás Maburro está violando, de facto, la herencia regalada de Hugo Chávez; está echándole
triple llave a la tumba de fracasado
Chávez.
Terminemos diciendo que el arquetipo y la quintaesencia, fusión y
simbiosis de los dictadores latinoamericanos han resucitado en la Venezuela de
hoy. Esta larga cadena de sátrapas y de déspotas descabellados podría
establecerse con Tirano Banderas, de Valle Inclán, con El señor
Presidente, de Miguel Ángel Asturias, con El recurso del método, de
Alejo Carpentier, con Yo el Supremo, de Augusta Roa Bastos, con El
otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, con Perón, Vargas, Rojas Pinilla, Pérez Jiménez,
Cipriano Castro, Machado, el doctor Francia, Rosas, Estrada Cabrera, Trujillo,
Porfirio Díaz, Gómez, los Somoza, Noriega el cara de piña, Castro el falso
literato, Ortega el borrachín, Correa el parlanchín, Evo el de los collares de
polvo, Cristina la de las misteriosas maletas; Chávez, el muerto vivo sin
partida de defunción oficial, y el apátrida Maburro, el incierto y ambiguo
colombo venezolano, sin partida de bautismo oficial.
Todos estos dictadorzuelos, y/o aprendices raquíticos de dictador, han
hecho padecer históricamente a nuestros conciudadanos, han hecho sufrir a los
pueblos, han castigado la religión y se han alejado infinitamente de
Jesucristo, el Demócrata: tiranos putrefactos, dictadores herniados, patriarcas
sin patria, caudillos canallas, déspotas iletrados, generalísimos de baja
calaña y malhadados supremos. Calígulas enclenques, Nerones sin voz, Cleopatras
frustradas, Atilas desalmados, Hitlers sin bigote, herederos de Stalin y sus
gulags, Pinochets sin insignias, Dadas sin hígado, Husseins sin petróleo,
Francos con su Guernica, Videlas sin Malvinas: para todos ellos este ramillete
de flores de nuestro García Marquez.