jueves, diciembre 14, 2017

Homilía del Padre Hoyos en el V Encuentro


El V Encuentro Nacional de Pastoral ha sido una gran oportunidad y una invitación que nos ha hecho la conferencia de Obispos y en especial en nuestra Diócesis de Arlington, nuestro Obispo Micheal F. Burbidge para que como los discípulos de Emaús en su caminar tuvieron un encuentro personal con Jesús, de la misma manera a través de nuestras preparaciones y oraciones hoy en esta liturgia, nuestras parroquias en este tiempo de Adviento se encuentra con Jesús para iluminar nuestras vidas.

Y el camino que nos presenta en esos tiempos es el camino de la reconciliación, del amor y de la esperanza.

Nuestro Dios atiende los gemidos, los temores, los miedos y los quejidos de una Iglesia inmigrante que ha sentido la protección y ayuda de un Cristo siempre presente en nuestras vidas. Nuestro Dios es el Señor de nuestra historia. Un Dios que nos levanta, nos anima y nos llena de fortaleza.


La Iglesia través del Papa Francisco nos llama a ser verdaderos Discípulos Misioneros: Testigos del Amor de Dios. Hemos sido llamados desde nuestras parroquias a la propia vida de Dios y, por las aguas del Bautismo resucitamos con Cristo a una nueva vida como hijos e hijas de Dios.

Desde ya somos llamados a ir a las periferias a llevar con entusiasmo y gozo la Buena Nueva de Cristo y a participar con alegría en ser protagonista de la Nueva Evangelización y nos envía al Espíritu Santo para guiar nuestros pasos alegres.

El documento de Aparecida elaborado por los obispos de América Latina enfatizan la urgencia de un nuevo discipulado misionero. En Estados unidos, nuestras familias, nuestros ancianos, nuestros niños y en especial nuestros jóvenes, debemos avanzar con paso firme para ser luz del mundo y testigo de Jesucristo, comprometidos a pasar de las bancas a los zapatos, es decir, llegar a una Iglesia en salida que vive y predica el Papa Francisco. Siempre lista y después a primeriar sobre todo a los oprimidos, discriminados, olvidados y a los que se han quedado atrás en nuestra sociedad. Nuestra misión pastora es urgente, tomemos la tarea de invitar a los excluidos, brindar misericordia y experimentar la alegría de ser Católicos y de ser bendición para los demás.

Anunciemos al mundo como dice el Evangelio: “la cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen por lo tanto, al dueño de la mies que envié trabajadores a sus campos”.