Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
14 de Diciembre de 2007
En los centros comerciales como en los medios de comunicación hay una gran competencia para ganar clientes. El bombardeo publicitario navideño es tanto que nos volvemos adictos a las compras y a gastar lo que no tenemos. Nuestra meta es quedar bien con los amigos, los familiares, los vecinos, etc.
El consumismo entra en nuestro sistema como un virus, sin detectar que frisa y paraliza la mente y agiliza los bolsillos de los consumidores. La publicidad tiene efectos mixtos, a veces mal orientados y llenos de antivalores. Si el comprador no está consciente de sus posibilidades, para determinar cuando no puede gastar y hasta donde debe gastar, el sonido de las campanas navideñas terminará aturdiéndolo cuando lleguen las cuentas de cobranza.
Hay que ser prudentes. Estamos en un tiempo donde no podemos malgastar; hay que ahorrar. Pensemos en el futuro, pues no sabemos qué nos espera.
No olvidemos que las fiestas navideñas tienen otro sentido: el de prepararnos, reconciliarnos, estar en familia, siendo caritativos y siempre en oración.
Claro que sí podemos dar y recibir regalos, pero a su medida. ¡Qué mejor regalo que un perdón, un saludo honesto, un MEGA ABRAZO, una cálida sonrisa o una nota amable! Al aproximarnos a la celebración navideña, la mejor manera de contemplar la gloria de Jesús es entregarnos a Dios y pedirle que abra nuetros ojos espirituales.
Esta debe ser una época de nuevos comienzos; es un tiempo propicio para disfrutar de la presencia del Señor de un modo especial. Virus, en este tiempo navideño no debes ir necesariamente al Best Buy, Staples, Circuit City, Office Depot, Target... para comprar el antivirus navideño. Ese virus compulsivo será sacado de tu corazón cuando visites la Iglesia y tengas un cambio espiritual. ¡Ánimo! Que Dios te bendiga.