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Definitivamente no tengo que ocultarle a nadie mi preferencia para celebrar con alegría, en oración y amor las fiestas Navideñas. Lo hago primeramente porque el centro de la celebración es el nacimiento de Jesucristo, quien es el que me motiva a seguir adelante, el que me llena mi vida y porque con los años he tenido un encuentro personal con Él. Navidad verdaderamente es especial, llena de música, de colores, de celebraciones religiosas, etc. Es tiempo de dar y de recibir, no solo cosas materiales pero si un tiempo para profundizar en el amor.
Según el Evangelio de San Mateo y San Lucas, la verdadera celebración de la Navidad es el nacimiento del niño Dios. Pero desafortunadamente hasta la Coca Cola nos metió las narices de Rudolph en las fiestas Navideña. Ya Santa Claus existía pero Coca Cola lo saco de la obscuridad, lo vistió de rojo y por el mundo lo presento. El impacto de la Coca Cola fue tan impresionante y tan poderoso que Santa Claus o el Papa Noel tomó un prestigio a todo record. Santa ha impactado tanto que ha llegado a confundir hasta los niños y a algunos adultos pues antes el centro de la Navidad era Jesús, y en algunos lugares Santa tomo el lugar.
La Iglesia y los cristianos, lógico hemos reaccionado ahora, hemos tenido que re-evangelizar de nuevo y poner a Cristo como el centro y motivo de nuestras celebraciones. Ya aparece el contraataque de Coca Cola pues para no perder espacio comercial han sacado a Santa Claus con el niño Jesús en sus brazos, en adoración, arrodillado ante la cuan de Jesús, y de diferentes maneras. Santa Claus o Papa Noel por lo menos avisan de que la Navidad todavía existe. Pero si nos centráramos en Cristo con fe y esperanza la Navidad tendría un sentido mucho más espiritual.
Que el niño Jesús sea el verdadero motivo de celebrar y que la etiqueta que el niño Jesús lleve sea la del amor, la reconciliación, la alegría, la oración, las obras de caridad y la paz del mundo.