Por José Eugenio Hoyos
La Renovación
Carismática bien entendida, bien llevado, bien organizada y bien centrada en la
doctrina de la iglesia es una gran bendición y una incalculable riqueza
espiritual donde los creyentes de una forma más segura pueden tener un
encuentro personal con Cristo Resucitado.
La Renovación
Carismática nos invita a la conversión y en su identidad espiritual en la perseverancia
a la oración nos conduce al camino de la santidad. Cada Carismático está llamado
a vivir cada día un Nuevo Pentecostés y no solo, a vivirlo pero a anunciarlo y
a compartirlo como la “Buena Nueva” a todos los hombres.
Jesús nos
sigue llamando a todos a participar de esta gran y efectiva evangelización con
el Espíritu Santo. Seguir a Jesús en este mundo moderno implica un gran
compromiso y sometimiento al Rey de Reyes pues seguirlo es ir detrás de Él y
sacrificarse por El. Jesús no se contenta con el anuncio general del mensaje de
salvación, sino que pasa a la acción, llamando personalmente a sus nuevos discípulos.
Conversión y Fe tienen que realizarse en el seguimiento de Jesús; ese
seguimiento es una respuesta plena a la llamada de Jesús.
Es por eso
que, el propósito de dicha llamada y las consecuencias que tuvo en la vida de
quienes le siguieron les marco la vida como nueva experiencia. La llamada
constituye una nueva persona y le confiere una nueva fuerza que es la efusión del
Espíritu Santo.
Así es en
esta nueva vida espiritual, el seguimiento de Cristo es siempre adquirir una
nueva vida y caminar en un sendero nuevo.
Dejar lo
mundano y llenarse de un Espíritu que da vida en abundancia. Nuestra participación
en la RCC es de oración, alabanza y de practicar las obras de Misericordia.