Por Milagros Meléndez-Vela
El Tiempo Latino
25 de diciembre de 2009
El padre Eugenio Hoyos, una de las voces religiosas más reconocidas en el área metropolitana de Washington, pidió a la comunidad cristiana unirse “espiritualmente” para orar por las miles de familias separadas a causa de las deportaciones.
“Los cristianos no podemos celebrar Navidad con la conciencia tranquila cuando hoy tantos hermanos están pasando por momentos tan difíciles”, expresó a El Tiempo Latino, el viernes 18.
En 2008, el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) batió el récord de deportaciones con un total de 234.720 inmigrantes regresados a sus países. Este año fiscal que, cuenta desde octubre de 2008 hasta junio de 2009, se han reportado 215.000 deportaciones. “Esta situación tristemente está causando mucho dolor, desesperación, destrucción de sueños y desvanecimientos de la fe y la esperanza”, dijo el padre de origen colombiano.
“Nuestras oficinas se han llenado de familias desesperadas buscando a sus seres queridos y pidiendo asistencia social y económica”, agregó Hoyos, director del Apostolado Hispano de la Diócesis de Arlington, que incluye a 21 condados en Virginia, con una feligresía que bordea los 400 mil.
El gobierno dice que este año se “ha puesto más énfasis en las deportaciones de criminales y en presionar a los empleadores responsables de contratar a la fuerza laboral ilegal”, según indicó la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), Janet Napolitano.
La esperanza en 2010 es que se apruebe una reforma migratoria que pueda legalizar a los 12 millones de indocumentados. Recién se ha dado el primer paso. El congresista demócrata de Illinois, Luis Gutiérrez, presentó un proyecto migratorio, el 15. Se espera que se comience a debatir en febrero o marzo.
Mientras tanto, el padre Hoyos pide que al menos en esta época de fiestas religiosas “se opte por detener las deportaciones y las redadas”.
sábado, diciembre 26, 2009
viernes, diciembre 25, 2009
Alegría y gozo al nacimiento de Cristo
Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
24 de diciembre del 2009
Ha sido muy placentero ver en estos días de Navidad el regreso a la Iglesia Católica de miles de personas a las diferentes celebraciones litúrgicas navideñas. Es una lástima que sólo en la Semana Santa, en los bautizos, matrimonios, funerales y en la Navidad aparezcamos en la Iglesia. Mi deseo navideño es que ojalá en este gran acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús, renazca nuestro deseo de regresar definitivamente a la Iglesia y de quedarnos en ella para siempre.
El nacimiento de Jesús debe ir más allá como leemos en el texto del profeta Isaías: “El Pueblo que camina en tinieblas vio una gran luz” (Is 2, 11). A este pueblo pertenecían los pastores de Belén, que velaban de noche su rebaño y a los que en primer lugar, llegó la noticia: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11). Hoy ha nacido Cristo, el Señor, el Salvador.
Para aquel tiempo y en el presente es la mejor noticia que hemos podido escuchar. Pues se nos regresa la esperanza y se convierte en un motivo de seguir preparándonos para tener un encuentro con Jesús. Es por eso, que en la Navidad en algunos lugares las estrellas brillan más y se mueven comunicándose las unas a las otras de que el Mesías tan esperado a llegado.
Por años nos hemos preparado a este histórico acontecimiento, hemos puesto multicolores luces en nuestros antejardines, en los pinos y árboles de Navidad, han sonado villancicos, el mundo ha cantado y hoy es día y motivo de celebración.
Tienen mucha razón aquellos avisos que nos dicen que: “Cristo es la razón de la ocasión y de la celebración” y “de Cristo es la Navidad”. La Navidad no es sólo gastar, pensar en vacaciones, borracheras o ir a las playas; es realizar el mejor viaje del mundo, pero dentro de nuestras propias vidas con seriedad de reflexión y de conversión. Que en realidad se note que Cristo ha nacido en nuestra vidas y que se quiere quedar dentro de nuestros corazones guiándonos, protegiéndonos y dándonos fuerzas de vivir.
Si Cristo no hubiera nacido el mundo se hubiera terminado hace mucho tiempo. Los hombres se hubieran suicidado y deprimido porque no habría esperanza. Los niños(as) no estarían jugando con sus juguetes, ni corriendo en sus bicicletas y patinetas. No hubiera fiestas, ni comida, ni regalos; igualmente se acabarían las sonrisas, los abrazos y los mensajes de paz y amor. ¡Feliz Navidad y Felices Pascuas!
Arlington Catholic Herald
24 de diciembre del 2009
Ha sido muy placentero ver en estos días de Navidad el regreso a la Iglesia Católica de miles de personas a las diferentes celebraciones litúrgicas navideñas. Es una lástima que sólo en la Semana Santa, en los bautizos, matrimonios, funerales y en la Navidad aparezcamos en la Iglesia. Mi deseo navideño es que ojalá en este gran acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús, renazca nuestro deseo de regresar definitivamente a la Iglesia y de quedarnos en ella para siempre.
El nacimiento de Jesús debe ir más allá como leemos en el texto del profeta Isaías: “El Pueblo que camina en tinieblas vio una gran luz” (Is 2, 11). A este pueblo pertenecían los pastores de Belén, que velaban de noche su rebaño y a los que en primer lugar, llegó la noticia: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11). Hoy ha nacido Cristo, el Señor, el Salvador.
Para aquel tiempo y en el presente es la mejor noticia que hemos podido escuchar. Pues se nos regresa la esperanza y se convierte en un motivo de seguir preparándonos para tener un encuentro con Jesús. Es por eso, que en la Navidad en algunos lugares las estrellas brillan más y se mueven comunicándose las unas a las otras de que el Mesías tan esperado a llegado.
Por años nos hemos preparado a este histórico acontecimiento, hemos puesto multicolores luces en nuestros antejardines, en los pinos y árboles de Navidad, han sonado villancicos, el mundo ha cantado y hoy es día y motivo de celebración.
Tienen mucha razón aquellos avisos que nos dicen que: “Cristo es la razón de la ocasión y de la celebración” y “de Cristo es la Navidad”. La Navidad no es sólo gastar, pensar en vacaciones, borracheras o ir a las playas; es realizar el mejor viaje del mundo, pero dentro de nuestras propias vidas con seriedad de reflexión y de conversión. Que en realidad se note que Cristo ha nacido en nuestra vidas y que se quiere quedar dentro de nuestros corazones guiándonos, protegiéndonos y dándonos fuerzas de vivir.
Si Cristo no hubiera nacido el mundo se hubiera terminado hace mucho tiempo. Los hombres se hubieran suicidado y deprimido porque no habría esperanza. Los niños(as) no estarían jugando con sus juguetes, ni corriendo en sus bicicletas y patinetas. No hubiera fiestas, ni comida, ni regalos; igualmente se acabarían las sonrisas, los abrazos y los mensajes de paz y amor. ¡Feliz Navidad y Felices Pascuas!
jueves, diciembre 24, 2009
El mejor regalo de la Navidad
Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
24 de diciembre de 2009
Cuántos de nosotros que nos enloquecemos en los centros comerciales, en los almacenes, a través del Internet buscando el mejor regalo para complacer a nuestros amigos, familiares, al jefe, al doctor, o a la persona que creemos es especial en nuestras vidas. A veces gastamos cantidad de dinero, pues pensamos que comprando el regalo más costoso es lo mejor. Cuanta competencia encontramos también cuando en muchos lugares de trabajo participamos en el juego del amigo secreto, etc.
Siempre decimos que Navidad es tiempo para gastar tiempo espiritualmente y no gastar tanto con las tarjetas de crédito. Pero nadie detiene a nadie, pues para una vasta mayoría regalos, tarjetas, fiestas, novenas, aguinaldos, posadas, eso es parte de la Navidad. Pero en realidad el mejor regalo es el que nace del corazón, el más sencillo como el de la siguiente historia:
Tres hijos dejaron su hogar y se independizaron. Cuando se juntaron nuevamente, hablaron de los regalos que le hicieron a su madre. El primero dijo: “Yo construí una casa enorme para nuestra madre.” El segundo dijo: “Yo le mandé un Mercedes Benz con un chofer.” El tercero dijo: “Les gané a los dos. Ustedes saben cuánto disfruta mamá de leer la Biblia, y saben que no puede ver muy bien. Le mandé un gran loro que puede recitar la Biblia en su totalidad, contribuí con $1,000,000 durante 10 años, pero valió la pena. Mamá sólo tiene que nombrar el capítulo y el loro lo recita.”
Pronto, la mamá envió sus cartas de agradecimiento. Escribió a su primer hijo: “Isaac, la casa que construiste es tan grande. Yo vivo en un solo cuarto y ahora tengo que limpiar toda la casa.” Escribió a su segundo hijo: “Carlos, estoy demasiado vieja como para viajar. Me quedo en casa todo el tiempo, así es que nunca uso el Mercedes.” Escribió a su tercer hijo: “Mi queridísimo Roberto, fuiste el único hijo que tuvo el sentido común de saber lo que le gusta a tu madre. De corazón te agradezco la Sagrada Biblia, pero más que nada disfrute la sopa de pollo que preparaste. ¡Estaba deliciosa! Esa sopa y tu compañía han sido el mejor regalo de Navidad. Gracias, que en esta Navidad se renueve la fe, la alegría y la esperanza.”
Hoy nos ha nacido un niño, pero no un niño cualquier, es el Salvador del Mundo. Alegrémonos y acompañemos a Jesús y María. Con mucho cariño me uno a las oraciones en los hogares hispanos y de los inmigrantes y les deseo a todos una Feliz Navidad y les pido que no perdamos la esperanza pues vendrá un mejor 2010.
Arlington Catholic Herald
24 de diciembre de 2009
Cuántos de nosotros que nos enloquecemos en los centros comerciales, en los almacenes, a través del Internet buscando el mejor regalo para complacer a nuestros amigos, familiares, al jefe, al doctor, o a la persona que creemos es especial en nuestras vidas. A veces gastamos cantidad de dinero, pues pensamos que comprando el regalo más costoso es lo mejor. Cuanta competencia encontramos también cuando en muchos lugares de trabajo participamos en el juego del amigo secreto, etc.
Siempre decimos que Navidad es tiempo para gastar tiempo espiritualmente y no gastar tanto con las tarjetas de crédito. Pero nadie detiene a nadie, pues para una vasta mayoría regalos, tarjetas, fiestas, novenas, aguinaldos, posadas, eso es parte de la Navidad. Pero en realidad el mejor regalo es el que nace del corazón, el más sencillo como el de la siguiente historia:
Tres hijos dejaron su hogar y se independizaron. Cuando se juntaron nuevamente, hablaron de los regalos que le hicieron a su madre. El primero dijo: “Yo construí una casa enorme para nuestra madre.” El segundo dijo: “Yo le mandé un Mercedes Benz con un chofer.” El tercero dijo: “Les gané a los dos. Ustedes saben cuánto disfruta mamá de leer la Biblia, y saben que no puede ver muy bien. Le mandé un gran loro que puede recitar la Biblia en su totalidad, contribuí con $1,000,000 durante 10 años, pero valió la pena. Mamá sólo tiene que nombrar el capítulo y el loro lo recita.”
Pronto, la mamá envió sus cartas de agradecimiento. Escribió a su primer hijo: “Isaac, la casa que construiste es tan grande. Yo vivo en un solo cuarto y ahora tengo que limpiar toda la casa.” Escribió a su segundo hijo: “Carlos, estoy demasiado vieja como para viajar. Me quedo en casa todo el tiempo, así es que nunca uso el Mercedes.” Escribió a su tercer hijo: “Mi queridísimo Roberto, fuiste el único hijo que tuvo el sentido común de saber lo que le gusta a tu madre. De corazón te agradezco la Sagrada Biblia, pero más que nada disfrute la sopa de pollo que preparaste. ¡Estaba deliciosa! Esa sopa y tu compañía han sido el mejor regalo de Navidad. Gracias, que en esta Navidad se renueve la fe, la alegría y la esperanza.”
Hoy nos ha nacido un niño, pero no un niño cualquier, es el Salvador del Mundo. Alegrémonos y acompañemos a Jesús y María. Con mucho cariño me uno a las oraciones en los hogares hispanos y de los inmigrantes y les deseo a todos una Feliz Navidad y les pido que no perdamos la esperanza pues vendrá un mejor 2010.
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