Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
6 de junio de 2008
El mundo moderno avanza de una forma acelerada y no se detiene. En los periódicos, la TV y las revistas científicas y médicas encontramos grandes avances.
No podemos desconocer que se han encontrado nuevas medicinas para enfermedades que antes eran incurables (diferentes tipos de alergias, cáncer, transplante de órganos, etc.). Hasta con la epidemia de SIDA ahora hay un mejor control aunque no se haya encontrado la cura o medicina definitiva. Se trabaja día y noche en muchos laboratorios para encontrar antídotos y solución a las enfermedades pero todavía no hay la medicina final a nuestros males.
Pero en realidad una medicina que no está fallando y que miles y millones de personas están experimentando en el mundo de hoy es la que nos ofrece Dios a través del Espíritu Santo, la verdadera sanación espiritual. Por más de 25 años en las misas de sanación he experimentado personalmente que Jesús puede sanar.
Dios sana hoy. Desde mi propio testimonio hasta los miles de testimonios que escuchamos, que vemos y que atestiguamos, Dios sana hoy. Quiere decir que el trabajo de Dios sanador y el tiempo de los milagros no han terminado. Obviamente el creador del cuerpo humano puede sanarlo. Dios por naturaleza es un Dios que sana y se identifica como tal: “Bendice al Señor, alma mía, no olvides sus beneficios. Él que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias.” (Salmo 103, 2-3). El mismo Dios que siempre está dispuesto a perdonar también quiere sanar. Jesús no tiene miedo de tocarnos y de tocarnos profundamente.
Jesús ama tan profundamente que puede entender y amar la parálisis que causa la parálisis, la ceguera que subyace la ceguera, la lepra que se manifiesta como lepra. Jesús sana abrazando, imponiendo manos, o hablando. No debemos de amargarnos ni quejarnos ni desesperarnos ante el dolor sin reaccionar con fe y oración sabiendo que Dios saca bienes de nuestros males.
Cuando Jesús cura a los enfermos, no sólo cura sus cuerpos sino también su alma, les perdona sus pecados, los libra de sus males psicológicos, sana sus mentes, porque Jesús busca la salud integral de la persona. “Y cuando llegó la noche, trajeron a Él muchos endemoniados, y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: ‘El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.’” (Mateo 8, 16-17). Este es el momento apropiado para que usted que piensa que no tiene alivio en su enfermedad y en su dolor vuelva su mirada al Señor Jesús. Mucho Ánimo. Dios sí sana.