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Siempre he sido un devoto fervoroso y fiel de la Santísima Virgen María. A ella le debo mi vocación sacerdotal pues toda mi vida del seminario dedique muchos rosarios, novenas y, cánticos a la Madre del cielo. Ella igual que su hijo Jesucristo siempre han estado conmigo durante 25 años de servicio al prójimo y a la Iglesia. Me han llamado la atención la Virgen de Fátima, Lourdes, Nuestra Señora de la Providencia, Nuestra Señora de Los Ángeles, La Virgen del Carmen, La Virgen de Medjugorje etc.
Pero recientemente en uno de mis retiros en Mayagüez, Puerto Rico conocí a la Señora Nanette de Bulls quien por primera vez me hablo de la existencia de la Virgen poderosa, Nuestra Señora del Globo. En mi vida pastoral nunca había escuchado hablar de ella, lógico que si conocía sobre la Medalla Milagrosa, la historia de Santa Catalina de Labouré etc.
Cuando vi por primera vez esta Virgencita me llamó la atención, posiblemente por mi curiosidad y por el amor inmediato y la ternura que me tocó el corazón por aquella Virgen. La Señora Nanette me obsequió la Virgen, la trajé por avión a Washington en mis brazos para que no se quebrara y llegó intacta. La coloqué en mi oficina y desde aquel momento cosas maravillosas están sucediendo, increíblemente milagros y sanaciones a todos los que la tocan y tienen fe en ella.
Santa Catalina Labouré describe la aparición de esta Virgen así: La Santa Virgen estaba de pie, vestida de blanco, el rostro bastante descubierto: los pies apoyados sobre un globo, luego tenía en las manos el globo de la tierra, tenía las manos levantadas a la altura del pecho de manera muy natural; los ojos elevados al cielo, y luego de repente vio anillos en sus dedos, adornados con piedras preciosas, unas más hermosas que otras, que emitían rayos unos más hermosos que otros. Santa Catalina describe el número de los anillos tres en cada dedo, y dice haber quedado impresionada al notar que de algunos anillos no salían rayos. La Virgen le responderá más tarde: las piedras de los anillos que no emiten rayos son símbolos de las gracias que no se piden.