jueves, enero 12, 2012

Amado Dios, ¿Por qué te enojas contra nosotros?

Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos

A menudo recibo muchas preguntas por Facebook y por internet acerca de Dios, de la fe, oración, sanación y la creación del mundo, etc. Son cuestionamientos muy humanos e interesantes que lo invitan a uno a reflexionar.

Cuando observamos las noticias en TV o radio y observamos catástrofes, terremotos, accidentes, crímenes horribles, reaccionamos de muchas maneras e inmediatamente se nos vienen interrogantes que nos preocupan y nos preguntamos: ¿será que Dios está enojado? O como decía mi abuelita (que en Paz descanse) “¡cada temblor, terremoto o tempestad destructora es la pura ira de Dios!”. Si tienes una fe firme y crees verdaderamente en Dios, no necesitas entender las cosas malas que te suceden, lo que necesitas es abrir cuanto antes tu corazón al amor del creador del universo: Dios.

Un joven le envió una carta a Dios y le pregunto: Querido Dios, ¿alguna vez te enojas contra nosotros? Y dios le respondió de esta manera: casi me veo obligado a responderte que SI. Algún sentimiento de ira, incluso violenta, me lo han atribuido los profetas y los sabios de Israel. Eran tan conscientes de los “errores” de mi pueblo que no podían hacer otra cosa distinta de pensar que estaba encolerizado.

En efecto, no me ha sido fácil aceptar todos los errores que se han ido mezclando: los asesinatos, las guerras, la idolatría; sobre todo, no me ha sido fácil aceptar su corazón de piedra y lo testarudos que son los hombres. Por esta razón suscite protestas que gritaban con fuerza mi pensamiento en medio de ellos, pero ellos no entendían. Incluso permití que sufrieran la esclavitud en Egipto, la dominación de los asirios, la deportación a Babilonia… ¡qué remedio! Y sin embargo es bien cierto que en mi pueblo hubo grandes figuras llenas de fe: Abraham y su esposa Sara, Job, Salomón, David… cierto que David hizo de las suyas pero también lloro sus pecados y yo no podía permanecer encolerizado con él por mucho tiempo.

Nunca me he olvidado de perdonar, tal como lo escribió mi profeta Oseas, o de anunciar a mi pueblo la esperanza de la salvación, como escribió el profeta Isaías.

Mi gran amor por todas las personas es permanente en la historia, y para daros a ustedes los hombres la certeza de la persona y de la ayuda contra el enemigo, que continuamente los tienta, envié a mi hijo Jesús. Lee el relato del padre amoroso que Lucas ha registrado en su evangelio (15, 11-32). Yo soy aquel papá que siempre espera y es feliz cuando un hijo retorna al hogar. Por eso no puedo abandonarte, no puedo tratarte con ira porque soy Dios y no un hombre, soy el santo en medio de ti. Adiós.

Maria es la puerta, Jesús es el camino

Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos


Es una lástima que todavía media humanidad no conoce el verdadero camino para encontrar la única felicidad eterna y la salvación que es Cristo Jesús.

Muchas personas han intentado tener un encuentro personal con Cristo y se les ha hecho muy difícil, han encontrado varios obstáculos, se han llenado de pereza y se han quedado en la mitad del camino. Otro grupo no se han negado rotundamente pero por ahora han sacado miles de excusas y pretextos para acercarse a Dios. NO lo niego que el camino de quien sigue al Maestro es estrecho, pero que cuando se hace el esfuerzo de caminarlo vale la pena.

Pero si seguimos las huellas y la mirada de Cristo, el camino se hace corto y llegamos más rápido a la meta buscada. Cristo mismo es el camino, la puerta angosta. No vamos por un camino más difícil sin sentido y sin recompensa. A pesar de que la tecnología, los nuevos eventos tan sofisticados absorben una buena parte de nuestro tiempo. Esto no nos puede impedir de dedicar unos minutos para nuestra jornada de salir al encuentro con nuestro Señor.

La tecnología virtual por ejemplo, es maravillosa y sorprendente. Facilita nuestra vida pero puede tendernos una trampa peligrosa: nos incita a querer solo lo cómodo, a rehuir el esfuerzo y a dejarnos anestesiar por un virus llamado hedonismo.

Claro que esto no es nuevo, aunque hoy sea más evidente. Basta acercarse al mensaje de Jesús para comprobarlo: “Entrad por la puerta estrecha, decía el Maestro, porque ancha es la entrada y que angosto el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella, pero que estrecha es la entrada y que angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran” (Mateo 7, 13).

Nada grande se alcanza sin esfuerzo y es gracias a la dedicación y el sacrificio como llegamos a la cumbre. Por eso es mejor entrar por la puerta estrecha del Evangelio. “Yo soy la puerta; el que por mi entrare será salvo y entrara y saldrá y hallara pastos (Juan 10:9). La puerta es la Santísima Virgen y el camino es Jesús, y los dos se encuentran en la única Iglesia de Dios. La Madre de Dios se llama “La puerta”, porque es portal de eternidad: por ella vino el Dios eterno a este mundo, y su hijo es el camino, por el cual los hombres llegan a su destino final en la eternidad.