viernes, septiembre 21, 2007

No saquemos a Dios de nuestras vidas


Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
21 de septiembre de 2007

Para muchas personas dentro y fuera de Estados Unidos, septiembre ha sido un mes de incertidumbres, de recuerdos tristes, de memorias imborrables sobre atentados terroristas e igualmente de momentos memorables e históricos como la celebración de la Independencia de países amigos.

El viajar hoy en día toma tiempo. Hay que madrugar, hay requisas, es incómodo por la seguridad en los aeropuertos y en los terminales, las filas para ingresar a tomar los vuelos. Es de paciencia y de alerta. Lógico que esto es por nuestra seguridad. Toma tiempo y hay que colaborar. Esto lo pude experimentar en mi viaje a Colombia. Pensé que era sólo en Estados Unidos, pero esta intranquilidad se da en todo el mundo. El terrorismo, la sospecha y los atentados acechan a la humanidad.

Septiembre también fue un mes duro para mi familia y las familias de los once diputados asesinados por las FARC en Colombia. Asistí para presidir el funeral de mi hermano, el diputado Jairo Javier Hoyos, en Cali, y llegué muy triste y adolorido, pero vi tanta gente en Colombia solidaria con las familias inmoladas por la violencia y la tiranía de los alzados en armas. Esa solidaridad de miles y miles de personas a las que personalmente no conocía y que se unían a nuestro dolor, esas acciones me daban fortaleza y fuerza para seguir adelante y continuar trabajando por la paz.

Encontrar 11 cadáveres envueltos en plásticos blancos, con un olor horrible de muerte y putrefacto era un espectáculo grotesco que quisiera sacar de la mente. Todas las clases sociales dieron su tributo de respeto y se unieron en oración y solidaridad por los nuevos mártires inocentes de Colombia. Algo importante sí quedó en los corazones de todos: No podemos sacar a Cristo de nuestras vidas, de nuestras familias, de la sociedad. Cristo es el único que hará reaccionar a los asesinos y a los violentos.

Entendemos una vez más que Dios, la oración y la fe es lo único que nos alejará del mal. Que estos hechos violentos nos invitan a vivir y a practicar el amor, el perdón, y la solidaridad y de nuevo a ser constructores de la paz. No hay que tener miedo. Dios es el Señor y Él traerá la justicia divina.