En pocos días le estaremos ganando la batalla al enemigo con
la celebración mundial de Pentecostés. Pentecostés es el tiempo esperado por
todas las personas que creemos en el poder y la fuerza del Espíritu Santo.
Esa fuerza pentecostal es una gracia de sanación, unción y
liberación como promesa hecha por Cristo a todos los creyentes.
Pentecostés es de una manera especial a renovar nuestros
carismas y nuestros dones y a pedir esas gracias que todavía no hemos recibido.
Es tiempo de pedir a Dios conocimiento y
sabiduría para descubrir los signos de los tiempos, recibir y entender mejor
los milagros que vienen de Dios.
La mayoría de las
veces estamos en la Iglesia detenidos esperando que las circunstancias cambien
a nuestro favor, que ocurran cosas extraordinarias para nosotros cambiar.
Cuando debe ser todo lo contario, cada día a través de la Alabanza y la Oración
debemos vivir un nuevo Pentecostés.
Thomas Harley dijo: “El escalón de una escalera no se hizo
para que uno descanse sobre el, sino para capacitar a un hombre a poner su otro
pie más alto”.
Y eso es a lo que nos
invita la venida del Espíritu Santo, a avanzar en nuestra conversión y
acercarnos en un escalón más al encuentro de un Cristo vivo y resucitado.
Es por eso que en la Adoración al Santísimo nos damos cuenta de esa presencia sanadora y liberadora. Cada
vez que participo en la adoración
Eucarística o Adoración al Santísimo le ganamos la batalla al enemigo porque la
fuerza Eucarística acompañada del Espíritu Santo es mucho más fuerte.
Es ante Jesús Eucaristía que sentimos vivir un nuevo
Pentecostés, por eso debemos ser perseverantes en la Oración.