Por José
Eugenio Hoyos
Hay una consigna que me encanta utilizar en los grupos de oración
de la Renovación Carismática en la Diócesis de Arlington por ejemplo cuando les
pregunto a los Carismáticos como están: todos responden con gran entusiasmo: “Bendecidos,
Encendidos, Sanados y en Victoria.
Pues en realidad el ser escogido para desempeñar un
ministerio sea de predicador, liberador o en el de sanación e intercesión ya
estamos bendecidos. Encendidos por el fuego del Espíritu Santo, Sanados pues el
mismo Cristo a través del poder de la oración y la alabanza nos sana de
cualquier enfermedad del cuerpo y del alma y en Victoria porque toda bendición viene
directamente de Dios que nos hace victoriosos y vencedores ante cualquier
problema, enfermedad o adversidad.
Mateo 5:3-12 nos dice: “Bendecidos son los pobres en Espíritu,
porque el reino del cielo les pertenece. Bendecidos son los que lloran, porque serán
consolados, bendecidos son los humildes, porque heredaran la tierra” etc..
No olvidemos que nuestro Señor Jesucristo en sus
predicaciones no menciona riquezas o posición, salud o felicidad cuando habla
de recibir la bendición. Jesús advierte que la bendición mas poderosa es el
tener un lugar en el reino de los cielos y ser parte de la familia de Dios.
Las verdaderas bendiciones son recibir el amor, el perdón, la
compasión, la gracia, la oportunidad que cada día Dios siembra con misericordia
en nuestros corazones. Cristo es el regalo y la bendición mas espectacular y
maravillosa de Dios sobre el universo.
Los Carismáticos debemos participar en la Nueva Evangelización
proclamando que estamos de bendición en bendición, de sanación en sanación y
viviendo y experimentando la gran lluvia de milagros.
“Yo te bendeciré… y serás una bendición (Génesis 12:2) Cuando
bendecidos y oramos por otros, Dios multiplica con alegría esas bendiciones
sobre su pueblo.