Por Rev. José Eugenio Hoyos
Una cosa es conocer las Sagradas Escrituras y otra cosa es poder vivirlas a plenitud. Y definitivamente esto sucedió en nuestro maravilloso viaje a Tierra Santa: Israel y Palestina.
Nueve días llenos de muchas historias, lugares preciosos donde Nació, Vivió y creció Jesús el Salvador del mundo. 64 personas de las diferentes parroquias de nuestra Diócesis de Arlington tuvimos una gran oportunidad de seguir huella tras huella los pasos de Jesús.
Muchas de las preguntas quedaron respondidas en cada lugar que visitamos.
Los amaneceres en Israel se prestaban para comenzar con Oración y para agradecer a Dios por la oportunidad que se nos daba de visitar esa tierra Sagrada.
Nuestra primera visita fue al lago de Tiberiades con sus colores azules claros en donde con nuestra imaginación nos transportaba al medio del lago a una barca rudimentaria guiada por Jesús y acompañado de sus 12 Apóstoles.
Visitamos las ruinas Arqueológicas de Cafarnaúm, las plantaciones de olivos y celebramos las Misas en el monte de los Bienaventurados.
Al cruzar la frontera de Israel y llegar a Palestina se noto la diferencia social llegamos a la ciudad de Nazaret, visitamos la gruta del nacimiento de Jesús y la impresionante Iglesia de la Anunciación.
Al siguiente día la ciudad visitada que todos esperábamos “la gran Jerusalén”, una ciudad de gran Fe y diversa en su población, Judía, Cristiana y Musulmana.
Por entre estrechas calles, buscamos la vía dolorosa Rezamos las Estaciones de la Cruz hasta llegar al Santo Sepulcro.
Luego hicimos una Oración de silencio ante el muro de las lamentaciones y aprovechamos la oportunidad de pedir a Dios salud, protección y bendiciones para nuestros países, familias y nuestras comunidades en Virginia.
Nuestra última visita la realizamos a la capital Tel-Aviv donde pudimos observar los grandes contrastes entre la historia y el modernismo de las grandes ciudades y ahora continuamos Bendecidos, Encendidos y en Victoria.