Por el Padre José Eugenio Hoyos
Todavía no entiendo porque personas que dentro de la Iglesia declaran tener fe y no creen que puedan suceder los milagros. Esta fue una de las tantas preguntas que varias personas me hacían en el retiro en la Universidad Católica de Mayagüez. ¿Por qué no se puede hablar de milagros? Esto no tiene razón de ser pues testimoniamos con personas que conocemos que los milagros si existen, los estamos viviendo por todas partes.
Enfermos con enfermedades terminales; con cáncer, con SIDA, etc., y ahora después de participar en una Eucaristía en la Iglesia Católica, o en un grupo o circulo de oración, o en una imposición de manos vemos que Cristo, el único que sana y salva, está realizando su gran obra. Él no ha terminado con nosotros. Él que un día prometió de sanar y liberar lo continua cumpliendo. Él no ha terminado su obra. Todo lo contrario en un mundo como el actual, donde el ser humano parece olvidado de Dios, su presencia se siente más fuerte en un pueblo que espera en oración y paciencia su venida triunfal.
Y esa venida ya se siente cada vez que escuchamos y testificamos sanaciones por todas partes. Cuando más miembros de la Iglesia ignoran el poder de Cristo Nazareno, Él sana con más fuerza. Un ejemplo de ello fue nuestro retiro en Mayagüez. ¡Cuanta sed de oración! Encontremos muchas personas sufriendo de depresión. Cuantos matrimonios divididos y encontraron reconciliación, para admiración y testimonio de afirmar nuestra fe. La señora que entró en silla de ruedas por padecimiento de más de 10 años en sus rodillas y columna y para sorpresa de muchos faltos de fe, al día siguiente regresó al retiro con bastón y sin silla de ruedas. No podemos olvidar el nacimiento del bebé el primer día del retiro, un niño lleno de salud donde se pensaba iba a nacer con problemas. Sanación de artritis, problemas en las manos, dolores de cabeza y espere que Dios tarde un poco pero le cumple a todos. Porque estamos bendecidos, encendidos y en victoria. Amen, Amen y Amen.
viernes, octubre 09, 2009
jueves, octubre 08, 2009
A veces sentimos que Dios pone cargas pesadas
Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
8 de octubre de 2009
Hay una historia sencilla que siempre repito a todas las personas de fe débil o que son muy negativas con Dios. Una vez un discípulo le preguntó a su sabio maestro: “¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generosos con otros?” El maestro le contó la siguiente historia: “Vamos hasta la montaña en la que vive Dios", comentó un caballero a su amigo. "Quiero demostrar que Él sólo sabe exigir, y que no hace nada para aliviar nuestras cargas.”
“Voy para demostrar mi fe”, dijo el otro. Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la oscuridad: “¡Carguen sus caballos con las piedras del suelo!” “¿Ves?”, dijo el primer caballero. “Después de subir tanto y estar muy cansados, aún nos hace cargar con más peso. ¡Jamás obedeceré!” En cambio, el segundo caballero hizo lo que la voz decía.
Cuando terminaron de bajar el monte, llegó la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran grandes diamantes puros de kilates incalculables. Dijo entonces el maestro: “Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor”.
Como decimos comúnamente, las adversidades tienen cara de hereje. A los seres humanos nos agrada el ocio, la abundancia, la ganancia, el mínimo esfuerzo, el bienestar. En cambio, nos desagrada el trabajo arduo, las cargas físicas, el sacrificio, el madrugar, el soportar, etc. Sin embargo, no conocemos otro camino para la real dedicación y la entrega. Dios nos da todo, pero nuestro esfuerzo no deja de ser necesario.
Cuando sentimos que Dios nos carga en vez de aliviarnos, hemos de evitar las rendijas de la desesperación y de las quejas. Casi siempre no entendemos en el momento, mas si no perdemos la esperanza, podemos llegar a constatar que las decisiones de Dios siempre caminan a favor de quienes confían en Él. La diferencia está en la fe en Cristo, pues para el hombre de fe ninguna piedra es pesada, y mucho menos si el Señor es quien pide cargarla.
Arlington Catholic Herald
8 de octubre de 2009
Hay una historia sencilla que siempre repito a todas las personas de fe débil o que son muy negativas con Dios. Una vez un discípulo le preguntó a su sabio maestro: “¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generosos con otros?” El maestro le contó la siguiente historia: “Vamos hasta la montaña en la que vive Dios", comentó un caballero a su amigo. "Quiero demostrar que Él sólo sabe exigir, y que no hace nada para aliviar nuestras cargas.”
“Voy para demostrar mi fe”, dijo el otro. Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la oscuridad: “¡Carguen sus caballos con las piedras del suelo!” “¿Ves?”, dijo el primer caballero. “Después de subir tanto y estar muy cansados, aún nos hace cargar con más peso. ¡Jamás obedeceré!” En cambio, el segundo caballero hizo lo que la voz decía.
Cuando terminaron de bajar el monte, llegó la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran grandes diamantes puros de kilates incalculables. Dijo entonces el maestro: “Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor”.
Como decimos comúnamente, las adversidades tienen cara de hereje. A los seres humanos nos agrada el ocio, la abundancia, la ganancia, el mínimo esfuerzo, el bienestar. En cambio, nos desagrada el trabajo arduo, las cargas físicas, el sacrificio, el madrugar, el soportar, etc. Sin embargo, no conocemos otro camino para la real dedicación y la entrega. Dios nos da todo, pero nuestro esfuerzo no deja de ser necesario.
Cuando sentimos que Dios nos carga en vez de aliviarnos, hemos de evitar las rendijas de la desesperación y de las quejas. Casi siempre no entendemos en el momento, mas si no perdemos la esperanza, podemos llegar a constatar que las decisiones de Dios siempre caminan a favor de quienes confían en Él. La diferencia está en la fe en Cristo, pues para el hombre de fe ninguna piedra es pesada, y mucho menos si el Señor es quien pide cargarla.
Sanación y conversión en Puerto Rico
Por el Padre José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
9 de octubre de 2009
En el retiro vivido hace a penas unos pocos días en Mayagüez, Puerto Rico hubo algo que me hizo recordar las enseñanzas y las sanaciones que el Padre Emiliano Tardiff realizaba a través de sus predicaciones que eran muy sencillas pero utilizadas por Dios. Cuantas sanaciones maravillosas que ocurrían y donde el poder de la oración y la intercesión de Cristo nos dejaban maravillados.
Hoy en muchos lugares del mundo a través de la Renovación Carismática Católica bien dirigida y orientada continua sucediendo lo mismo. Nada ha cambiado, el poder de la oración se manifiesta a través de la compasión y la misericordia del Nazareno de hoy, mañana y siempre: nuestro Cristo Resucitado.
La experiencia de Mayagüez lo dice una vez más, se sintió la fuerza del Espíritu Santo en cada Iglesia que tuvimos la Misa de Sanación y al instante que orábamos por la sanación de los enfermos. Cuantos que descansaron en el espíritu se levantaron como nuevos convertidos y llamados a un nuevo estilo de vida espiritual. Fueron tocados por las manos maravillosas del Alfarero.
Todavía resonaba en mi mente cuando venia en el avión desde San Juan la canción de Jorge Morel “Escóndeme” que sintetizaba todo nuestro trabajo de evangelización y de predicación por un hombre nuevo y transformado en Cristo: “Gracias Señor porque de tal manera amaste al mundo que enviaste a tu Hijo con amor profundo. ¿Donde estaría hoy sino fuera por ti? En un lago profundo y sin poder salir. Seguro perdido como un vagabundo. Mi alma oxidada, corazón desnudo pero llegaste tu justo a tiempo. Señor escóndeme en el hueco de tu corazón.”
Sí, Señor. ¿Donde yo estaría si no fuera por Ti? ¿Señor Jesús, como olvidar la alegría y la gente de tanta fe en Puerto Rico? Bendícelos y sánalos. Amen, Amen y Amen!
Washington Hispanic
9 de octubre de 2009
En el retiro vivido hace a penas unos pocos días en Mayagüez, Puerto Rico hubo algo que me hizo recordar las enseñanzas y las sanaciones que el Padre Emiliano Tardiff realizaba a través de sus predicaciones que eran muy sencillas pero utilizadas por Dios. Cuantas sanaciones maravillosas que ocurrían y donde el poder de la oración y la intercesión de Cristo nos dejaban maravillados.
Hoy en muchos lugares del mundo a través de la Renovación Carismática Católica bien dirigida y orientada continua sucediendo lo mismo. Nada ha cambiado, el poder de la oración se manifiesta a través de la compasión y la misericordia del Nazareno de hoy, mañana y siempre: nuestro Cristo Resucitado.
La experiencia de Mayagüez lo dice una vez más, se sintió la fuerza del Espíritu Santo en cada Iglesia que tuvimos la Misa de Sanación y al instante que orábamos por la sanación de los enfermos. Cuantos que descansaron en el espíritu se levantaron como nuevos convertidos y llamados a un nuevo estilo de vida espiritual. Fueron tocados por las manos maravillosas del Alfarero.
Todavía resonaba en mi mente cuando venia en el avión desde San Juan la canción de Jorge Morel “Escóndeme” que sintetizaba todo nuestro trabajo de evangelización y de predicación por un hombre nuevo y transformado en Cristo: “Gracias Señor porque de tal manera amaste al mundo que enviaste a tu Hijo con amor profundo. ¿Donde estaría hoy sino fuera por ti? En un lago profundo y sin poder salir. Seguro perdido como un vagabundo. Mi alma oxidada, corazón desnudo pero llegaste tu justo a tiempo. Señor escóndeme en el hueco de tu corazón.”
Sí, Señor. ¿Donde yo estaría si no fuera por Ti? ¿Señor Jesús, como olvidar la alegría y la gente de tanta fe en Puerto Rico? Bendícelos y sánalos. Amen, Amen y Amen!
miércoles, octubre 07, 2009
Tormenta de Sanaciones en Mayagüez – Parte I
Por el Padre José Eugenio Hoyos
Este fin de semana se sintió con fuerza en Puerto Rico la brisa liberadora del Espíritu Santo. Toda la región de Mayagüez estuvo bendecida, encendida y en victoria. Desde el día jueves, viernes y hasta el lunes, todas las misas de sanación fueron un lleno total. Pero aquí no solo la importancia fue la asistencia masiva sino el derramamiento de bendiciones y sanciones por doquier. Eso lo sentimos en la Iglesia de La Quinta, San Benito, la Universidad Católica, y en la Catedral de Mayagüez.
Las manos de Jesús abrazaron a todos los que se hicieron presentes en este retiro y abrieron sus corazones al Maestro Divino Cristo Jesús. Hubo sanaciones de riñones, vejiga, próstata, gastritis, intestinos, migraña, infertilidad, y dolores de espalda, sanación de matrimonios. Jóvenes con problemas de drogas fueron liberados, y los testimonios que continúan y seguirán llegando.
Te doy gracias Jesús de Nazaret, Espíritu Santo, gracias por tus sanaciones. ¡Que grande haz estado entre nosotros! Eres nuestro Medico Divino, el Dios trino y uno. Alabado seas por siempre Señor. Haz tocado otra vez a Puerto Rico.
Este fin de semana se sintió con fuerza en Puerto Rico la brisa liberadora del Espíritu Santo. Toda la región de Mayagüez estuvo bendecida, encendida y en victoria. Desde el día jueves, viernes y hasta el lunes, todas las misas de sanación fueron un lleno total. Pero aquí no solo la importancia fue la asistencia masiva sino el derramamiento de bendiciones y sanciones por doquier. Eso lo sentimos en la Iglesia de La Quinta, San Benito, la Universidad Católica, y en la Catedral de Mayagüez.
Las manos de Jesús abrazaron a todos los que se hicieron presentes en este retiro y abrieron sus corazones al Maestro Divino Cristo Jesús. Hubo sanaciones de riñones, vejiga, próstata, gastritis, intestinos, migraña, infertilidad, y dolores de espalda, sanación de matrimonios. Jóvenes con problemas de drogas fueron liberados, y los testimonios que continúan y seguirán llegando.
Te doy gracias Jesús de Nazaret, Espíritu Santo, gracias por tus sanaciones. ¡Que grande haz estado entre nosotros! Eres nuestro Medico Divino, el Dios trino y uno. Alabado seas por siempre Señor. Haz tocado otra vez a Puerto Rico.
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