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Cuantos quisiéramos que de un momento a otro se nos apareciera un ángel, arcángel o querubín trayéndonos una buena noticia. Pero aunque lo dudemos los Ángeles existen y están por todas partes. Tu mismo puedes ser un ángel para otros sin darte cuenta.
Hay algo muy interesante que he podido aprender con el pasar de los años, y es que los niños ven los Ángeles a todo momento y los bebes juegan y sonríen con ellos. Los Ángeles son legiones, hay millones de ellos y son de muchos colores y tamaños.
Fray Betto nos cuenta que una noche un Ángel se apareció a una familia muy rica y le dijo a la dueña de la casa: “te traigo una buena noticia: esta noche vendrá el Señor Jesús a visitar tu casa”. La señora quedo entusiasmada. Nunca había creído posible que en su casa sucediese ese milagro. Trato de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy adelantado. “Señora, ¿no tendrá algún trabajo para darme? Estoy embarazada y en gran necesidad”. “Pero ¿es esta hora de molestar? Vuelva otro día”, respondió la dueña de la casa. Ahora estoy muy ocupada con la cena para una importante visita. Poco después un hombre lleno de grasa llamo a la puerta. “Señora mi camión se ha dañado aquí en la esquina, ¿por casualidad, no tendrá usted una caja de herramienta que me pueda prestar?”. La señora ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana se irrito mucho: “¿usted piensa que mi casa es taller de mecánica?, por favor, no ensucie mi casa con esos pies embarrados”.
Mientras ella seguía preparando la cena alguien batió las palmas, “¿será que ahora llego Jesús?” pensó ella emocionada. Fue abrir la puerta, pero no era Jesús. Era un niño harapiento. “Señora déme un plato de comida”, “como le voy a dar comida si todavía no cenamos?, vuelva mañana”.
Toda la familia esperaba la ilustre visita, sin embargo pasaban las horas y Jesús no llegaba. Cansados de esperar, empezaron a tomar los coctelitos y de tanto esperar se quedaron dormidos sin comer. A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró frente al ángel. “¡un ángel no puede mentir!, espere toda la noche, ¿y usted porque me hizo esta broma? “Yo no mentí. Fue usted la que no tuvo ojos para ver. Jesús estuvo aquí tres veces, en la mujer embarazada, en el camionero, en el niño hambriento, pero usted no fue capaz de reconocerlo y acogerlo.