Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Realmente pertenecemos a Dios, de Él venimos y a Él regresaremos, los seres humanos estamos prestados en este mundo, somos viajeros, pasajeros y turistas. Mientras estemos en la tierra debemos comportarnos bien y hacer las cosas como Dios quiere no como nosotros queremos. Pues nuestra pertenencia debe ser como la de Cristo totalmente eterna.
Ni los hijos, padres, hermanos, amigos, propiedades, el amor, la amistad tienen dueño todo pertenecen al creador. Nuestra piel, ojos, pelo, sonrisa, enfermedades, triunfos, alegrías, tristezas, sueños son prestadas. Solo reflexionemos cuando Jesús llega a Jerusalén (Lc 22, 14-23), como peregrino, para cumplir la tarea que Dios le había encomendado. Jesús sube a Jerusalén sin nada (sin dinero, sin ejercito) entra a la ciudad acompañado de amigos y seguidores, de manera que tienen que pedir prestado un asno, para realizar de esa manera un signo de paz. No tiene nada, y sin embargo puede ofrecerlo todo, abriendo en la ciudad de las contradicciones de este mundo un camino y mesa de esperanza. Su tarea esta vinculada a la necesidad apremiante en Jerusalén.
Si no cabe duda todo es prestado, sino cuidamos nuestra propia vida y la vida de los demás estamos siendo irresponsables con Dios. Fumigamos y contaminamos nuestra vida con el cigarrillo y el tabaco, emborrachamos el espíritu con bebidas alcohólicas, intoxicamos el estomago con la gula y comilonas exorbitantes, con nuestros gritos, ruidos y peleas contaminamos el aire y el medio ambiente. Es por eso que Dios nos regalo un cuerpo y un mundo para que lo cuidáramos, disfrutáramos lo enriqueciéramos y lo aprovecháramos al máximo pues la tierra es el trampolín y la preparación para llegar al cielo.
Cuando las cosas son prestadas y tienen valor las cuídanos con valor, lo que nos cuesta lo valoramos a lo gratuito lo desechamos. Hay un dicho español que dice: “tal es la suerte de todo libro prestado: que es perdido a veces y siempre estropeado.” Todo es todo, todo es nada, nada es todo, nada es nada, pero Dios es todo de todos.
Foto: Una familia en Papua New Guinea despide a su madre
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