Recientemente participe como predicador carismático en el “Congreso de Sanación y Liberación” en la ciudad de Cali, Colombia; y en uno de los descansos tuve la oportunidad de hablar con algunos de los asistentes a dicho encuentro de sanación y la pregunta que la mayoría me hacia era: “¿Padre Hoyos, por que el hombre de fe y entregado a Cristo tiene que sufrir? ¿Por qué si tenemos a Dios dentro de nosotros tenemos que enfrentarnos al dolor, las enfermedades y a tantos otros padecimientos?”.
El sufrimiento en las personas no es totalmente maligno. Romanos 5:12 nos dice: “Por tanto, como por un solo hombre entro el pecado en el mundo y por el pecado la muerte”. Cuando en las Sagradas Escrituras se habla de la entrada del pecado al mundo, también habla de la entrada del dolor, la fatiga, las aflicciones y la muerte.
Es posible que Dios mismo permita el sufrimiento en la vida de algunos cristianos para perfeccionarlos, todo en la vida tienen un propósito. El sufrimiento al final tiene un propósito benéfico, aunque ese propósito este escondido de nosotros. Tarde o temprano, él pone fin al mal y da fin al sufrimiento, trayendo resultados positivos con ello.
Definitivamente Cristo es el único resultado a nuestros problemas y es el único que nos da la sanación. Por medio de El, demuestra que no esta alejado del sufrimiento, porque Cristo no solamente perdona el mal sino también socorre al que sufre (Hechos 2:23).
Las cosas de Dios, aunque nos parezcan difíciles y misteriosas, a veces pueden expresarse de una manera tan sencilla que muchos pueden negarse a creer y a aceptar, como los fariseos que interrogaban al ciego. Muchas preguntas vienen a la mente del hombre moderno que entiende la medicina del hombre y no comprende la medicina de Dios. ¿Cómo ha sucedido eso? ¿Cómo ha hecho Dios? “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con al gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). El propósito de Dios es que a través de la fe encontremos y compartamos la sanación.