Un predicador
Carismático Católico debe ser testimonio de oración y adoración. Un predicador Carismático
debe ser un auténtico agente de Evangelización y un testimonio vivo del Santo
Evangelio. Una persona con mucha humildad y sensible a las necesidades de las
personas, sea Sacerdote, religioso o laico debe destacarse por ser una persona perseverante
en la oración, que frecuente los sacramentos tenga una especial devoción, a la
Virgen María, al Santo Rosario y sea un adorador Eucarístico. No debe
convertirse en ningún momento en un mercader ni comerciante de la palabra
ofreciendo dentro de su predicación ventas de materiales a cada momento. Debe
ser un motivador de conversión y de invitar a todos a tener un encuentro
personal con Jesús.
En
su ministerio de predicación debe promover a todo momento la cultura de pentecostés
y hacer conocer la cruz Carismática símbolo de esta espiritualidad de la
corriente de gracia. Su fe debe ser autentica y profunda para que inspire y
pueda guiar a otros.
Que en
cada predicación anime a las ovejas a que se de en cada grupo de oración una efusión
de dones, frutos y carismas. Sea un modelo de obediencia ante la Jerarquía de
la Iglesia y dócil a la doctrina Católica. Que prepare con cuidado y suficiente
tiempo sus predicas y reflexiones y se deje guiar siempre por el Espíritu Santo.
San
Pablo nos dice: “Mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los
persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del espíritu
y del poder para que vuestra fe se fundara, no en sabiduría de hombres, sino en
el poder de Dios!” (1 2, 4-5) Un predicador Carismático debe tener una
intimidad espiritual con Cristo.
Los
mejores predicadores no son los que más saltan y gritan, sino los que con su
humildad y fe se dejan guiar por el Espíritu Santo. Todo predicador debe ser un
reflejo de las bienaventuranzas y de la Misericordia de Dios. “Ellos salieron a
predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la
palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16, 20)