Por José
Eugenio Hoyos
He quedado
muy claro dentro de los grupos de oración, en la Adoración Eucarísticas y en
las Misas de Sanación de quien sana, salva, y libera es Cristo Jesús con la
fuerza del Espíritu Santo.
La Renovación
Carismática con su adecuada evangelización ha centrado el evangelio de Jesús como
el signo de esperanza y el gran motivo de nuestra fe.
El mismo Jesús
tiene un bisturí especial que quiere utilizar en tu vida, pero antes te hace
esperar para prepararte y evaluarte, para que puedas enfrentar lo que se venga
en la siguiente fase de tu Fe.
“El
entusiasmo sin conocimiento no vale nada; la prisa produce errores. (Proverbios
19, 2). Es desilusionante y frustrante tener prisa y estar afanados para que
las cosas sucedan de inmediato y que Dios no la tenga.
Definitivamente
Dios no tiene prisa. Las escrituras nos dicen que un día es como mil años y mil
años como un día para Dios. Cristo es superior al tiempo.
Es hora de
comenzar a confiar más en Dios y permitirle que Él trabaje en ti a través de
ti, mientras estas en espera, en el camino de una sanación. Es cierto que Dios
demora la respuesta en una oración hasta que hayas aprendido algo que Él quería
enseñarte. Cuando Cristo te mira es porque tiene un momento para ti, un propósito,
desea que seas grande y exitoso y darte una vida nueva.
Cuando Jesús
te llama, una cosa es la voz de Dios, otra cosa son los ojos de Dios.
Podemos encontrar
a Dios en cada instante, en todas las cosas de la tierra, pero sobre todo se
encontrara en el fondo del alma. Él nunca se aparta de mí, Dios en mí y yo en
El. Porque quien sana nuestras enfermedades no se llama tiempo se llama Jesús y
quien empuja ese milagro es el Espíritu Santo.