En este preciso y maravilloso tiempo litúrgico de Adviento, donde nos preparamos con gran sentido espiritual para recibir al ser mas extraordinario de nuestras vidas: Cristo Jesús, hacemos una pauta en nuestro diario vivir tan ocupados y estresados en que nos encontramos.
Pero a nuestras vidas se nos presenta de una forma sensible a la imagen tierna e infantil del Niño Jesús, dándonos fuerza mas fe y esperanza para continuar caminando en este mundo pasajero, peregrino y de inmigrantes. El Niño Jesús amado vino al mundo para darnos su vida, su amor y su protección. Nació como nacen los niños de los inmigrantes en los Estados Unidos, en un humilde lugar, con frío, de un lugar a otro moviéndose por que no tenía un hogar.
Al pobre papá San José le toco muy duro trabajar para llevar alimento al recién nacido, pues por ser inmigrante y no tener documentos como carpintero tenia que trabajar donde resultara algún trabajo, pero así humildemente saco adelante su hogar.
Y que decir de la Virgen María, con su gran prudencia estuvo en el hogar cuidando, cocinando y meciendo la cunita del recién nacido Emmanuel.
Por no estar registrados en ninguna Iglesia, sus padres lo tuvieron que llevar a bautizar a las aguas claras y milagrosas del Río Jordan, un hombre piadoso y Santo lo bautizo; ese era Juan el Bautista.
Después Jesús cuando creció aprendió a caminar entre los marginados, los inmigrantes enfermos, con miedo a las redadas de inmigración, pero el Espíritu Santo lo protegía y lo salvaba de cualquier deportación. Conocido el dolor del racismo, la discriminación, de los despreciados, se junto con una mara de doce discípulos para llevar aun nueva revolución, la revolución del amor, llevar la palabra de Nueva Vida, predicar la piedad y revelar la compasión y esperanza a la humanidad. Por todo eso lleva mas de 2010 años azotado, injuriado, destrozado y crucificado. Pero también eres aclamado por multitudes, porque con tu espíritu regalas sanación, esperanza y torrentes de amor. Y sobre todo los golpes que a diario te da la humanidad sigues vivo entre nosotros. Gracias Jesús por encarnarte entre los más sencillos y necesitado: los inmigrantes.