Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Definitivamente ni mi amiga Anita ni yo ni ninguno de los grupos carismáticos fuimos invitados a la gran boda en Brazil de nuestra admirada cantante carismática Adriana Paula de Almeida, una grande estrella de la canción mensaje Católico Brazilero y amiga del conocido Padre Fábio de Melo, con el afortunado abogado Fabiano.
Desde que por primera vez escuchamos sus canciones encontramos en los escenarios no un show común y corriente sino un gran dúo entre Adriana y el Padre Fábio de Melo que compaginan sus voces en gran armonía celestial para cantarle alabanzas a nuestro Señor Jesucristo.
Honestamente creo que en mi propia experiencia son uno de los mejores dúos que he escuchado en mi vida sacerdotal, que a pesar que cantan en Portugués lo hacen con una gran pasión que nos transporta al cielo. La boda de Adriana con Fabiano fue una celebración de amor cristiano y una combinación de canto tanto del sacerdote como de Adriana que da la impresión que se olvidaron que estaban en la Iglesia celebrando el rito del matrimonio para interpretar una melodía como es el Amor de Dios que los hizo famosos en eventos sociales.
Este evento religioso muestra una vez más que se puede combinar la oración, lo sagrado, la amistad y por supuesto la música. Seguiremos trabajando para que un dia se me cumpla el sueño de tener al Padre Fábio de Melo y Adriana entre nosotros. Realmente Dios nos ama y el amor de Dios no hay que complicarlo. Felicitaciones Amigos!
viernes, noviembre 06, 2009
jueves, noviembre 05, 2009
Felices y bendecidos los humildes
Por el Rev. José Eugenio Hoyos
El domingo pasado en nuestra Santa Eucaristía el tema del Evangelio era centrado en el Sermón de la Montaña o las Bienaventuranzas. Todavía resuenan esas palabras llenas de poder y fuego sobre nuestras vidas. Seríamos indiferente o estaríamos sordos si no nos diéramos cuenta sobre el sacudon espiritual y la toma de conciencia para trabajar hoy en día con más fuerza en la acción social y la defensa de los derechos humanos. Las Bienaventuranzas son un himno y un mandato a la solidaridad mundial.
Es triste que ignoremos las palabras de Jesús en este tiempo de crisis moral y económica. No hay sentido en nuestra oración cuando somos indiferentes ante tantos niños y ancianos muriendo de hambre en el mundo, tantos mendigos y pordioseros en las calles y esquinas o en el medio del trafico pidiendo limosna. Cuantos que en el país más rico del mundo no tienen un hogar o tiene que estar escondidos o huyendo por situaciones de la falta de una reforma migratoria.
No podemos olvidar entonces que el lugar donde Jesús se sitúa en el Evangelio son los pobres. Y las páginas más bellas donde se manifiesta la bondad, la ternura y compasión de Dios en Jesús con los hombres son aquellas que están salpicadas de sufrimiento. Jesús vino a salvar y también a liberar. Y el dolor ya sea físico, moral, psíquico o espiritual es “tocado” por Jesús y es sanado y curado. Esta es la misión de Jesús.
Así se manifiesta en Lucas 4, 18-20: “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido, para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivo, y a vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Escuchando a Jesús y realizando obras que beneficien a los más necesitados estaremos ayudando a construir el reino de los cielos. Con sus obras, con sus signos, Jesús proclama que el Reino de Dios ha llegado. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. ¡Amen, Amen y Amen!
El domingo pasado en nuestra Santa Eucaristía el tema del Evangelio era centrado en el Sermón de la Montaña o las Bienaventuranzas. Todavía resuenan esas palabras llenas de poder y fuego sobre nuestras vidas. Seríamos indiferente o estaríamos sordos si no nos diéramos cuenta sobre el sacudon espiritual y la toma de conciencia para trabajar hoy en día con más fuerza en la acción social y la defensa de los derechos humanos. Las Bienaventuranzas son un himno y un mandato a la solidaridad mundial.
Es triste que ignoremos las palabras de Jesús en este tiempo de crisis moral y económica. No hay sentido en nuestra oración cuando somos indiferentes ante tantos niños y ancianos muriendo de hambre en el mundo, tantos mendigos y pordioseros en las calles y esquinas o en el medio del trafico pidiendo limosna. Cuantos que en el país más rico del mundo no tienen un hogar o tiene que estar escondidos o huyendo por situaciones de la falta de una reforma migratoria.
No podemos olvidar entonces que el lugar donde Jesús se sitúa en el Evangelio son los pobres. Y las páginas más bellas donde se manifiesta la bondad, la ternura y compasión de Dios en Jesús con los hombres son aquellas que están salpicadas de sufrimiento. Jesús vino a salvar y también a liberar. Y el dolor ya sea físico, moral, psíquico o espiritual es “tocado” por Jesús y es sanado y curado. Esta es la misión de Jesús.
Así se manifiesta en Lucas 4, 18-20: “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido, para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivo, y a vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Escuchando a Jesús y realizando obras que beneficien a los más necesitados estaremos ayudando a construir el reino de los cielos. Con sus obras, con sus signos, Jesús proclama que el Reino de Dios ha llegado. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. ¡Amen, Amen y Amen!
lunes, noviembre 02, 2009
Se van los hijos llegan los nietos
Por el Padre José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
22 de octubre de 2009
Hace varios días fuí a bendecir el hogar de la familia Torres en Springfield, Virginia y en nuestra amena conversación fui invitado a ver los albunes de fotografía de la familia. Con gran interés y curiosidad pude constatar desde las fotos del matrimonio, el nacimiento de los hijos, su bautizo, primera comunión, quinceañeras, matrimonio, graduaciones, etc. Hermosos e inolvidables recuerdos. Pero lo que lleno de nostalgia nuestra conversación fue el tema de los hijos y la pregunta que nos hacíamos era: “¿a qué hora crecieron?” fue tan rápido, el hogar quedo vacío y ahora les toca disfrutar los nietos cuando están de visita.
Y es una verdad. Los hijos cuando crecen no avisan y mas en esta sociedad donde andamos tan ocupados. Tratando de ganarle a la vida y al tiempo. Si te pasa lo mismo solo te invito a reflexionar: los cambios climáticos anuncian la llegada de la primavera, el verano, el otoño o el invierno. Se marchitan y caen las hojas de los árboles en otoño, mas brotan reverdecidas en la primavera.
Hiere el jardinero a las plantas con su poda, para belleza y fortaleza del gran jardín. Después de un árido desierto crece una verdadera vegetación. El primer grito del niño al nacer hace olvidar todos los dolores de la madre. La vejez humanan indica el advenimiento de una eterna juventud en Dios.
Los juicios humanos que buscan aplastarte, pueden hacerte surgir victorioso de entre las cenizas de las suposiciones. Las durezas de la vida te hacen sufrir, pero te permiten crecer. A grandes males grandes remedios. A veces vives tu vida sintiéndote encadenado, sin saber que tú tienes la llave. Porque los problemas son del tamaño que los vea y ponga tu emane. Lo que es un acontecimiento negativo para unos, es un peldaño de crecimiento para otros. ¿Existe entonces lo negativo? ¿O no será acaso tu actitud negativa o positiva lo que hace negativo o positivo un hecho de tu vida? de ser así, ¿no será tu actitud lo que has de cambiar? Porque el siguiente dicho parece cumplirse por donde se mira.” “los pesimistas no son sino espectadores; son los optimistas quienes transforman el mundo” (Guizot). Los hijos se van temporalmente del hogar pero los nietos los regresan de nuevo.
Arlington Catholic Herald
22 de octubre de 2009
Hace varios días fuí a bendecir el hogar de la familia Torres en Springfield, Virginia y en nuestra amena conversación fui invitado a ver los albunes de fotografía de la familia. Con gran interés y curiosidad pude constatar desde las fotos del matrimonio, el nacimiento de los hijos, su bautizo, primera comunión, quinceañeras, matrimonio, graduaciones, etc. Hermosos e inolvidables recuerdos. Pero lo que lleno de nostalgia nuestra conversación fue el tema de los hijos y la pregunta que nos hacíamos era: “¿a qué hora crecieron?” fue tan rápido, el hogar quedo vacío y ahora les toca disfrutar los nietos cuando están de visita.
Y es una verdad. Los hijos cuando crecen no avisan y mas en esta sociedad donde andamos tan ocupados. Tratando de ganarle a la vida y al tiempo. Si te pasa lo mismo solo te invito a reflexionar: los cambios climáticos anuncian la llegada de la primavera, el verano, el otoño o el invierno. Se marchitan y caen las hojas de los árboles en otoño, mas brotan reverdecidas en la primavera.
Hiere el jardinero a las plantas con su poda, para belleza y fortaleza del gran jardín. Después de un árido desierto crece una verdadera vegetación. El primer grito del niño al nacer hace olvidar todos los dolores de la madre. La vejez humanan indica el advenimiento de una eterna juventud en Dios.
Los juicios humanos que buscan aplastarte, pueden hacerte surgir victorioso de entre las cenizas de las suposiciones. Las durezas de la vida te hacen sufrir, pero te permiten crecer. A grandes males grandes remedios. A veces vives tu vida sintiéndote encadenado, sin saber que tú tienes la llave. Porque los problemas son del tamaño que los vea y ponga tu emane. Lo que es un acontecimiento negativo para unos, es un peldaño de crecimiento para otros. ¿Existe entonces lo negativo? ¿O no será acaso tu actitud negativa o positiva lo que hace negativo o positivo un hecho de tu vida? de ser así, ¿no será tu actitud lo que has de cambiar? Porque el siguiente dicho parece cumplirse por donde se mira.” “los pesimistas no son sino espectadores; son los optimistas quienes transforman el mundo” (Guizot). Los hijos se van temporalmente del hogar pero los nietos los regresan de nuevo.
Practiquemos la humildad
Por el Padre José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
22 de octubre de 2009
Hace falta que hoy en día las familias católicas enseñen mas a sus hijos, sobre los valores, las virtudes y los dones del Espíritu Santo. Si queremos tener buenos hijos(as) y familias más unidas en Cristo la práctica de las virtudes es un gran regalo de Dios y un gran signo de crecimiento espiritual.
Nos dice Proverbios 29:23 “La soberbia del hombre la abate; pero humilde de Espíritu sustenta la honra.” La humildad enaltece y engrandece a las personas. Cada vez que conocemos personas que se han destacado mundialmente en los deportes, el arte, la música etc., nos ha llamado la atención su humildad y su disponibilidad con la gente que los rodea.
Una antigua leyenda relata que un joven discípulo se acerca a su maestro y le pregunta: “¿porqué los hombres de antes podían ver a Dios y actualmente eso es muy difícil que suceda? “¿Qué diferencia hay en los hombres de antes de los de hoy?”. La respuesta del maestro fue tan simple de entender en toda su profundidad: “porque el hombre de hoy no es lo suficientemente humilde ante los ojos de Dios?”. De todas las grandes virtudes del Cristianismo, la humildad es una de las más importantes, pero a la vez, que la que a lo largo del tiempo su significado sufrió grandes modificaciones olvidándose en muchos aspectos del verdadero sentido de la misma.
Tanto humildad como honor, son estados de la persona y no actitudes que se asumen ante determinadas acciones. La humildad facilita el encuentro del alma con su Dios y difunde nueva claridad sobre todos los problemas de la vida corriente. Entonces, yo consigo ser verdaderamente el centro de tu vida. Es para Mí para quien tú obras, escribes, hablas y oras. Ya no eres tu el que vive, soy yo Él que vive en ti y tú me llamas en todos aquellos con los que bregas. Tu acogida es entonces más bondadosa, tu palabra mejor vehículo de mi pensamiento. Que tu humildad sea leal, confiada, constante.
A Dios no le gusta la soberbia y a pesar de que sabemos que todo hombre soberbio produce rechazo, caemos sin darnos cuenta reiteradamente en lo mismo. Hoy nuestra memoria nos lleva a recordar que somos todos hijos de una mujer humilde, el Evangelio de San Lucas, la muestra atareada en un servicio de caridad. Nuestra razón nos dice: que somos hijos de una mujer humilde porque sabiendo quien era permaneció en silencio, en la visita a su prima Santa Isabel dice: “proclama mi alama la grandeza del Señor” y con ello expresa todo el programa de su vida, es decir, no se pone a sí misma en el centro y deja todo el espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo. En este mes del Santo Rosario practiquemos la virtud de la humildad y la obediencia.
Arlington Catholic Herald
22 de octubre de 2009
Hace falta que hoy en día las familias católicas enseñen mas a sus hijos, sobre los valores, las virtudes y los dones del Espíritu Santo. Si queremos tener buenos hijos(as) y familias más unidas en Cristo la práctica de las virtudes es un gran regalo de Dios y un gran signo de crecimiento espiritual.
Nos dice Proverbios 29:23 “La soberbia del hombre la abate; pero humilde de Espíritu sustenta la honra.” La humildad enaltece y engrandece a las personas. Cada vez que conocemos personas que se han destacado mundialmente en los deportes, el arte, la música etc., nos ha llamado la atención su humildad y su disponibilidad con la gente que los rodea.
Una antigua leyenda relata que un joven discípulo se acerca a su maestro y le pregunta: “¿porqué los hombres de antes podían ver a Dios y actualmente eso es muy difícil que suceda? “¿Qué diferencia hay en los hombres de antes de los de hoy?”. La respuesta del maestro fue tan simple de entender en toda su profundidad: “porque el hombre de hoy no es lo suficientemente humilde ante los ojos de Dios?”. De todas las grandes virtudes del Cristianismo, la humildad es una de las más importantes, pero a la vez, que la que a lo largo del tiempo su significado sufrió grandes modificaciones olvidándose en muchos aspectos del verdadero sentido de la misma.
Tanto humildad como honor, son estados de la persona y no actitudes que se asumen ante determinadas acciones. La humildad facilita el encuentro del alma con su Dios y difunde nueva claridad sobre todos los problemas de la vida corriente. Entonces, yo consigo ser verdaderamente el centro de tu vida. Es para Mí para quien tú obras, escribes, hablas y oras. Ya no eres tu el que vive, soy yo Él que vive en ti y tú me llamas en todos aquellos con los que bregas. Tu acogida es entonces más bondadosa, tu palabra mejor vehículo de mi pensamiento. Que tu humildad sea leal, confiada, constante.
A Dios no le gusta la soberbia y a pesar de que sabemos que todo hombre soberbio produce rechazo, caemos sin darnos cuenta reiteradamente en lo mismo. Hoy nuestra memoria nos lleva a recordar que somos todos hijos de una mujer humilde, el Evangelio de San Lucas, la muestra atareada en un servicio de caridad. Nuestra razón nos dice: que somos hijos de una mujer humilde porque sabiendo quien era permaneció en silencio, en la visita a su prima Santa Isabel dice: “proclama mi alama la grandeza del Señor” y con ello expresa todo el programa de su vida, es decir, no se pone a sí misma en el centro y deja todo el espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo. En este mes del Santo Rosario practiquemos la virtud de la humildad y la obediencia.
domingo, noviembre 01, 2009
Un microbio puede empujar una calumnia
Por el Padre José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
29 de octubre de 2009
Los seres humanos debemos irnos preparando cada día a robustecer nuestra vida espiritual y nuestro acercamiento continuo con Dios. Y para que esto suceda con resultados positivos debemos practicar la oración, las buenas obras, practicar las virtudes y sobre todo controlar nuestra lengua.
Los chismes pueden causar grandes daños no solo a las personas sino que agrietan el espíritu. La siguiente historia, atribuida a la vida del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, también nos indica, por medio de un ejemplo bien grafico, las consecuencias de las críticas y del chisme.
Cuentan que, una vez, una mujer se fue a confesar con el Santo Cura de Ars, y ella confesó que había regado un chisme tan feo contra una pareja, que había provocado el divorcio de esta. Además, dijo que ella no mataba, no robaba, solo regaba rumores o hablaba de más. Pero, según ella, su falta no era tan grave. Después de esto, ella pidió que la absolviera. El Padre le ordeno a la señora que hiciera algo muy sencillo: comprar una gallina en el mercado y, luego, subir al campanario, comenzar a quitarle las plumas una por una y arrojarlas desde lo alto.
Cuando la mujer terminó de hacerlo, el Santo Cura le dijo que el siguiente paso era ir por las calles del pueblo y recoger las plumas que ella había arrojado desde el campanario de la Iglesia. A lo cual, la mujer respondió que esto era imposible, pues el viento las había dispersado por todo el pueblo. “Así es” le dijo el sabio sacerdote. “De la misma manera, un simple comentario puede ser arrastrado por el viento, destruir el honor de un hombre, y, luego, ya es imposible reparar el mal que se ha hecho. Cuando usted le roba el honor a alguien ya no se lo puede devolver, pues la critica ha volado por todo el pueblo.” Nadie puede dudarlo. La lengua es el canal de la mentira, el chisme, y las ofensas, el arma que usan los hombres para injuriarse.
Leemos en la Biblia: “Si alguno no cae hablando es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. La lengua es un miembro pequeño pero sirve para grandes cosas… de una misma boca proceden la bendición y la maldición. De Santa Teresa de Jesús decían sus amigas que con ella tenían las espaldas seguras. Jamás hablaba mal de los demás. Tanto mal causa el murmurador como el que lo escucha. Ambos generan violencia y animadversión. El chisme y la calumnia son un grave escollo en la convivencia. Te ennobleces si hablas bien de los ausentes. Por esto estoy de acuerdo con José Narosky cuando dice: “un microbio puede empujar una calumnia. Y un gigante no puede detenerla.”
Arlington Catholic Herald
29 de octubre de 2009
Los seres humanos debemos irnos preparando cada día a robustecer nuestra vida espiritual y nuestro acercamiento continuo con Dios. Y para que esto suceda con resultados positivos debemos practicar la oración, las buenas obras, practicar las virtudes y sobre todo controlar nuestra lengua.
Los chismes pueden causar grandes daños no solo a las personas sino que agrietan el espíritu. La siguiente historia, atribuida a la vida del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, también nos indica, por medio de un ejemplo bien grafico, las consecuencias de las críticas y del chisme.
Cuentan que, una vez, una mujer se fue a confesar con el Santo Cura de Ars, y ella confesó que había regado un chisme tan feo contra una pareja, que había provocado el divorcio de esta. Además, dijo que ella no mataba, no robaba, solo regaba rumores o hablaba de más. Pero, según ella, su falta no era tan grave. Después de esto, ella pidió que la absolviera. El Padre le ordeno a la señora que hiciera algo muy sencillo: comprar una gallina en el mercado y, luego, subir al campanario, comenzar a quitarle las plumas una por una y arrojarlas desde lo alto.
Cuando la mujer terminó de hacerlo, el Santo Cura le dijo que el siguiente paso era ir por las calles del pueblo y recoger las plumas que ella había arrojado desde el campanario de la Iglesia. A lo cual, la mujer respondió que esto era imposible, pues el viento las había dispersado por todo el pueblo. “Así es” le dijo el sabio sacerdote. “De la misma manera, un simple comentario puede ser arrastrado por el viento, destruir el honor de un hombre, y, luego, ya es imposible reparar el mal que se ha hecho. Cuando usted le roba el honor a alguien ya no se lo puede devolver, pues la critica ha volado por todo el pueblo.” Nadie puede dudarlo. La lengua es el canal de la mentira, el chisme, y las ofensas, el arma que usan los hombres para injuriarse.
Leemos en la Biblia: “Si alguno no cae hablando es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. La lengua es un miembro pequeño pero sirve para grandes cosas… de una misma boca proceden la bendición y la maldición. De Santa Teresa de Jesús decían sus amigas que con ella tenían las espaldas seguras. Jamás hablaba mal de los demás. Tanto mal causa el murmurador como el que lo escucha. Ambos generan violencia y animadversión. El chisme y la calumnia son un grave escollo en la convivencia. Te ennobleces si hablas bien de los ausentes. Por esto estoy de acuerdo con José Narosky cuando dice: “un microbio puede empujar una calumnia. Y un gigante no puede detenerla.”
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