Por José Eugenio Hoyos
En muchos pasajes bíblicos nos habla que muchos
enfermos padecían enfermedad durante muchos años, tal es el caso de la mujer
hemorroisa, el casa del paralitico cerca a la piscina de Betesda, pero no
perdieron la esperanza aunque hubiesen perdido fuerza por la furia y el desespero
de la enfermedad. Por tal motivo la enfermedad y las heridas profundas del
dolor. Se convierten en la prueba que debe ser superada con las alas de la fe y
con la oración perseverante, así se permanece en Jesus alimentando nuestro corazón
con la fuerza compasiva de la sanación.
Hay que tomar la determinación de acercarnos de una
forma definitiva de rodillas ante Jesus Sacramentado, adorándolo, orando y alabándole.
Muchas enfermedades ofrecidas como oración y bendiciones ayudan a purificar y
sanar el alma. No olvides que Cristo quiere sanar a todos su sanación es
infinita.