Por Rev. José Eugenio Hoyos.
En cada Misa de Sanación o Eucaristía por los enfermos tengo la obligación de recordarle a los cientos y miles de asistentes que el Padre Hoyos no es el que Sana, ni el que Libera….Aquí en este momento tan importante dentro de cada Eucaristía el que SANA Y LIBERA es el propio Cristo Jesús.
Si en cada Parroquia los Sacerdotes tomáramos un tiempo de nuestras ocupadas y convulsionadas agendas para dedicarle y dar a nuestros feligreses una adecuada formación Pastoral entonces tendríamos comunidades mas fortalecidas en la Fe y firmes en la Pastoral Evangelizadora de la Iglesia.
Cada parroquia debería tener un Ministerio fuerte de Intercesión para enriquecer mucho más la Oración personal como comunitaria pues todos los Bautizados estamos llamados a interceder por los demás.
El Catecismo de la Iglesia (CIC2634) nos dice: “La Intercesión es una Oración de petición en las Misas de Sanación, la Intercesión es fundamental pero gracias al Ministerio de Sanación es posible que a través de la imposición de manos muchas más Sanaciones sucedan en el nombre de Nuestros Señor Jesucristo...
Romanos 8, 26:27: “y de igual manera el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos cómo pedir para Orar como conviene, más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.
Me convenzo y doy testimonio una vez más que un hermano servidor que tenga la formación Espiritual y este lleno de Fe al imponer manos sobre los enfermos obtiene grandes resultados.
Pero debe existir un Ministerio disciplinado, perseverante en la Oración, obediente a las enseñanzas de la Iglesia, en continua formación y enviado por la Renovación Católica Carismática a desempeñar este Ministerio.
Igualmente sucede en el Ministerio de Liberación, no todos son aptos para esta tarea. Pues existe un mundo Espiritual que no podemos ver compuesto por Ángeles, de ellos una tercera parte son demonios.
Las personas sin Cristo están cautivas del diablo (2 Tim 2,26) las personas escogidas para este Ministerio de liberación deben frecuentar asiduamente los Sacramentos sobre todo la Eucaristía y Penitencia y ser constantes en la Oración, El Ayuno y el doblar día a día sus rodillas ante el Altísimo, pues verdaderamente estamos “Bendecidos, Encendidos, Sanados y en Victoria”