jueves, marzo 03, 2011

LA FE EN CRISTO SIGNO DE SANACIÓN


San Juan de la Cruz habla de Jesús como fuente que mana y corre. Él es el agua viva y fuente de agua viva. Bebemos de Él, según la sed que tengamos. Todos los que beben de su agua se convierten en pequeños manantiales.

Jesús quiere que te acerques a Él. En Marcos, capítulo I, hay un acontecimiento que lo hemos escuchado muchas veces y que nos va a bendecir grandemente en el versículo 40; dice: “vino a Él un leproso rogándole y de rodillas le suplicó: si quieres puedes limpiarme y Jesús teniendo misericordia de él extendió la mano y le tocó y le dijo quiero ser limpio” lo primero que nos llama a la atención es que al acercarse a Jesús, él quiere cambiar nuestra vida, quiere sanarte. Jesús no tiene ningún interés de mantenerte enfermo.

Jesús no comparte que la enfermedad o las dolencias vienen del demonio, Jesús viene a traer al mundo una nueva y eficaz medicina para todo el que se quiere acercar a Él. Por las heridas de Cristo ya hemos sido sanados. Indicando esto de que parte de lo que Dios nos trajo desde el momento en la cruz del Calvario no fue solamente brindarnos la salvación sino también la sanación para nuestros cuerpos. La sanidad no es un don exclusivo para algunos, no existe un club privado de Jesús para sanar a los de clase media o clase alta o a los pobres sino para todos. La sanación es un derecho para todos: ¡La sanación es un derecho para todos! No esperemos o creamos que la sanación y curación es como comprar la lotería, sino que la sanación es un derecho que me corresponde después de que Jesús murió por mí en la cruz y también llevó en esa cruz mis enfermedades, mis dolores, mis problemas y mis dolencias. Tienes el derecho de vivir sanamente en tu vida. Todos estamos enfermos de algo. No tenemos que esperar hasta que tengamos una enfermedad terminal para acercarnos a la verdadera fuente de vida y salvación en Cristo Jesús. No le permitas al enemigo que te robe la verdadera herencia y derecho que Dios tiene a través de la sanación, tu derecho es estar sano. Jesús hoy quiere sanarme, con fe en Jesús el sanará nuestro pecado.

EL PUEBLO DE DIOS


El capítulo del Libro de los Hechos nos narra un momento culminante de la Iglesia primitiva y perseguida. Un grupo de cristianos están reunidos en oración. Piden al Señor poder para hacer maravillas que les sirva en su evangelización. Dice el libro de los Hechos que en ese momento tembló y todos quedaron llenos del Espíritu Santo (Hechos 4, 31). Toda reunión de cristianos que primero unen sus corazones y luego oran a Jesús es una potencia espiritual poderosa. Una vez más se manifestó por medio de un terremoto para liberar a Pablo y Silas cuando ellos se unieron en oración, porque la presencia del Señor hace temblar la tierra (o será que necesitamos hoy en día un temblor de tierra para cambiar, para acercarnos a Cristo y ser constantes en la oración?).



El pueblo de Dios debe alabar a Dios porque Él es Dios, es la autoridad suprema, el poder máximo, el Rey de todos los reyes y el Señor de todos los señores. Grande es Dios, y digno de ser en gran manera alabado (Salmo 48). Debemos alabar a Dios porque Él habita en las alabanzas de su pueblo, Él se goza en el pueblo. Debemos alabar a Dios por todo lo que Él nos provee cada día, por el aire que respiramos, por un nuevo amanecer, por su bondad infinita, por su misericordia y por el amor que Él tiene para con cada uno de sus hijos. Las alabanzas o dependen de los sentimientos, es vivir agradecidos por lo que Él es con todos nosotros . Alabamos a Dios con acción de gracias (Salmo 100); aplaudiendo (Salmo 98); ofrendas y diezmos (Malaquías 3-8-10); buenas obras (Hebreo 13:16); oración (Ap 5:8); levantando las manos (Salmo 63); música instrumental (Salmo 150); estando en silencio (Salmo 46); de rodillas (Salmo 95); con todo tu corazón en espíritu y en verdad (Salmo 103).



Muchos han sido tocados para la salvación por medio de las alabanzas (1 Pedro 2-9) dice; “Mas vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncies la virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz admirable”. Muchos han sido sanados por el poder de las alabanzas. Si tu corazón esta lleno de alabanza, no pares de alabar a Dios. Alabando aunque te miren mal o pienses que eres raro(a). Preocúpate por lo que tienes dentro de ti, lo que no se ve es lo que Dios examina. Sirve a Dios con alegría, entra en su presencia con regocijo. Invítalo a tu corazón, Él entrara a tu corazón cambiándote de manera especial. Si estas enfermo, Él te sanará.



El salmista David nos enseña en Salmo 34 que en medio del dolor o la aflicción es necesario alabar y bendecir el nombre de nuestro Dios.