Acabamos de celebrar el Día Mundial de la Tierra y mucha gente de nuevo ignoró el llamado de ser cuidadosos con nuestro medio ambiente y ser más sensibles con la ecología. La semana pasada daba una charla sobre el medio ambiente y uno de los asistentes al final me dijo: “Usted es un sacerdote ecológico Católico y carismático”. Y sí es cierto pues si el mundo lo creó Dios debemos ser responsables de cuidarlo y protegerlo. Desde el Génesis hasta nuestros días Dios se ha manifestado en la naturaleza a los hombres por amor.
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Había un gorrión minúsculo que cuando retumbaba el trueno de la tormenta, se tumbaba en el suelo y levantaba las patitas hacia el cielo. “¿Por qué haces eso?,” preguntó un zorro. “Para proteger a la tierra que contiene muchos seres vivos,” contestó el gorrión. Si por desgracia, el cielo cayese de repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis patitas para sostenerlo.” “¿Con tus frágiles patitas quieres sostener el inmenso cielo?,” preguntó el zorro. “Aquí abajo cada uno tiene su cielo,” dijo el gorrión. “Vete… tu no lo puedes comprender.”
La tierra hoy más que nunca necesita ser auxiliada con la preocupación y al estilo del gorrión, pues la misma está siendo brutalmente golpeada. Por la quema y tala indiscriminada de árboles. Por el uso inmisericorde de aerosoles y pesticidas que hieren continuamente la capa de ozono. Por al inconsciencia en el exterminio de especies, animales y vegetales, muchas incluso en extinción. Pro la agresividad consumista de los seres humanos y su consecuente cúmulo de desperdicios. Por la contaminación ambiental del aire, de los ríos, del medio urbano y de la propia intimidad personal con los ruidos acelerados y otros. Debemos crear una cultura ecológica a los gobiernos y a la sociedad en general que nuestra madre naturaleza es la mayor fuente de contemplación y conocimiento de Dios, así como la fuente inagotable de vida para aquellos que son la plenitud de la creación de Dios: los seres humanos.