P. José
Eugenio Hoyos
Es una lastima que el amor, la amistad y el afecto se hayan
materializado tanto.
El verdadero amor viene de la ternura de Dios y no esta
concentrado en unas flores, ni en una caja de chocolates ni en una copa de
vino. El verdadero amor se da y se proyecta dentro del corazón de cada ser
humano creado por Dios.
Estamos llamados a amar y a ser amados. El amor sincero y
espiritual hace grande lo pequeño, y las cosas pequeñas son grandemente
sentidas por los que se aman.
La persona que no puede decidirse por el otro todavía no ama,
a pesar de su convicción de lo contrario. Esta persona puede parecer a veces
muy inteligente, a veces muy porfiada, pero en realidad es un individuo débil
de voluntad, incapaz de decidir, al menos por un instante.
Como el amor es de la persona en su totalidad, y nadie es
perfecto, algunos de los defectos de la persona deben aceptarse a sabiendas.
No sentir, imaginar o tener interés en descubrir en el otro
que hay tibieza respecto al amado por algún tiempo no es necesariamente una
indicación de que el amor se haya acabado o terminado.
Es importante no olvidar que la decisión amorosa no depende
de uno, si no de dos: el que ama y el que es amado y se deja amar también por
Dios.
Lo verdaderamente ilimitado en el amor es que el amor no
tiene limites. Y por tanto, para poder comprender la profundidad del amor, de
tu esposa, de tus hijos, de tus amigos, de tus padres, el fuerte amor de tus acciones,
tu tienes necesariamente que amar, pues así como no podrías distinguir los
colores si fueras ciego, tampoco podrías sentir la fuerza del amor de ese ser
tan querido y amado. Si tu no expresaras ese sentimiento noble de amar.
Pero para conjugar el verbo amar, no basta solo con decirlo,
es necesario demostrarlo con gestos y acciones tangibles. En otras palabras si
a caminar se aprende caminando, a amar se aprende amando. Pero debes amar para
sentir el amor.
Mas el amor vivido con todas sus consecuencias deja huellas,
fruto de tus debilidades y otras veces deja marcas interiores extraordinarias,
que indican la acción de Dios en tu vida, el paso de Dios en tu caminar, y las
huellas de Jesús.
Cuando tu oras y pides por ese ser amado, tu tendrás como
todos, las cicatrices de un pasado doloroso o por traiciones en el amor o en el
matrimonio. Algunas de esas cicatrices habrán sido causadas por decisiones
equivocadas en el amor, pero otras son sin dudas las huellas de Dios que te han
sostenido con fuerza para que el amor no muriera. Tu estas marcado por la
fuerza de Dios.
Hemos nacido para ser amados; pero, a veces, sufrimos la
tragedia de la indiferencia, enemigo mortal del amor. Con Dios, en oración, en
dialogo, con paciencia descubriremos que amar si vale la pena.
¡¡¡Bendiciones!!!