miércoles, febrero 29, 2012

Dile al problema que tienes un gran Dios

Por el Rev. José Eugenio Hoyos



Cuando nuestra fe es frágil, cuando nuestra oración es débil y escaza, cuando Cristo está ausente en la toma de decisiones y entonces perdemos el rumbo y la esperanza; los problemas, las tristezas, las preocupaciones, las enfermedades nos pueden acabar.

Pero cuando llegan las tormentas a nuestra vida, y vemos que las salidas y soluciones se acaban, pero hemos estado en continua comunicación a través de la oración con nuestro Maestro y Rey de Reyes: Cristo Jesús. Entonces todo se transforma y empezamos a ver de qué nuestros problemas en realidad son pequeños problemas. ¿Ante la angustia como reaccionamos nosotros con los problemas?, ¿cuál es el tipo de oración que frecuentamos? ¿Buscamos siempre excusas? ¿Utilizamos el camino corto, o el menor esfuerzo o hasta pensamos en el suicidio?

Nuestra oración no debe darse solo porque tenemos problemas al contrario, debe ser constante no solo una vez en el momento más difícil sino que debe ser un estilo de vida. La oración levanta y soluciona los problemas sean como sean pues dentro de la oración esta la fuerza de Dios. Las dificultades, los problemas, las desilusiones, tristezas, o fracasos nunca serán una montaña más grande que tu potencial para venderlas, y además, los problemas siempre tienen un límite, pero tu crecimiento no se detiene.

En la vida nada es imposible alcanzar, siempre que tu decisión sea firme y tu fe inquebrantable. Como muy bien nos dijera el Señor: “No te he dicho que si crees veras la gloria de Dios” (Juan 11, 40). Digna es de recordar aquella sentencia lapidaria: “No le digas a Dios que tienes un gran problema, dile al problema que tienes un gran Dios”. Pues cuando la vida te presenta dos mil razones para llorar, tu puedes demostrarle que posees tres mil razones para sonreír”.

Las dificultades asúmelas como desafíos, como palancas que te empujan a horizontes más amplios, por eso hay que liberar el corazón del odio y de los malos recuerdos que te dejan heridas, da más y espera menos.

lunes, febrero 27, 2012

Broncéese bien en Cuaresma y más barato


Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos



Broncearse es dejar que a través de los rayos del sol y con la ayuda de un bronceador solar su piel adquiera un tono más oscuro o en algunos casos más quemado.

Antes de que comience a planear sus “vacaciones de Semana Santa” o “Parranda Santa” yo le invito más bien a que en esta ocasión usted y su familia tomen conciencia de mas bien ir a visitar y participar de las hermosas ceremonia que la Iglesia le ofrecen. Primero es gratis y no tiene ningún costo. Segundo su alama se llenará de gran paz y tranquilidad. Tercero: saldrá con un bronceado de oro y un tono espiritual envidiable por todos.
Ese bronceado se lo prometo brillará por los rayos divinos del Espíritu Santo que mantendrán no solo un bello color espiritual en su piel, sus ojos y sus músculos sino en lo más importante que usted tienen: su alma. Este bronceador espiritual no le deja manchas en la piel, todo lo contrario le dará una blancura espectacular y a través del poder de la oración su espíritu se llenará de una tonificación envidiable.

Para un bronceado perfecto en esta cuaresma y en la Semana Santa te recomiendo:

1. Desintoxica tu cuerpo no comiendo carne ni grasas por cuarenta días y así tendrás una piel más fuerte y juvenil.

2. Levántate más temprano, arrodíllate y dale gracias a Dios porque amaneciste vivo, puedes continuar en esta vida. Así tú estarás con ánimo todo el día.

3. Sonríe un poco más cuando veas en el espejo antes de afeitarte o maquillarte de que eres un hijo(a) amado de Dios.

4. Si sientes que no puedes mover tus manos por la artritis, reza el Santo Rosario y tendrás manos mucho más agiles y sanas.

5. Para que los rayos del sol no dañen tu piel, pide al Espíritu Santo que con su fuerza y calor te cubran con sus rayos de Pentecostés.

6. Y Para adquirir una piel transparente y sin arrugas frecuente el Sacramento de la Reconciliación y de la Penitencia.

7. Deje atrás las dietas comunes, cada día si es posible o los domingos alimentarse con el pan de vida: La Santa Eucaristía.

8. Y para mantener la figura no se olvide de hacer sus ejercicios y aeróbicos espirituales. En el gimnasio del alma: La Iglesia.

9. Broncéese de verdad pero utilizando el cuerpo y la Sangre de Cristo.