miércoles, septiembre 15, 2010

La Virgen María: primera mujer carismática

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Sin María no hay Espíritu Santo. Como director espiritual de la Renovación Católica Carismática de la Diócesis de Arlington, me he preocupado siempre de que antes de comenzar un grupo de oración, María debe estar en el centro. Y si es posible comenzar por lo menos con una década del Santo Rosario; igualmente me preocupa cuando me invitan a predicar a diferentes lugares o países en Latinoamérica y no ver la imagen de la Santísima Virgen en los eventos.

Como sacerdote carismático Marianos siente un gran vacío, y como predicador me da la impresión que estoy dirigiendo un culto evangélico o protestante. La presencia de María es importante no solo en la historia de la salvación, en el día de Pentecostés, sino en el proceso de nuestra sanación.

Se nos olvida muchas veces a los católicos que ella es la intercesora. Pues basta solo con recordar el primer milagro de Jesús que se realizo en las Bodas de Cana de Galilea en la que estaba: “Tres días después hubo una boda en Cana de Galilea en al que estaba la madre de Jesús”. En aquel lugar Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El. Después fue a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos pero estuvieron allí solo unos días” (Juan 2, 1-12).

María debe estar presente en los acontecimientos importantes de nuestra vida y en la rutina diaria. No la marginemos de nuestra actividad espiritual. Ella tiene un papel mediador importante en nuestras relaciones con el Señor. La Virgen María fue llamada por San Francisco de Asís “La Esposa del Espíritu Santo”. Esta unión intima se inicia en el momento de su Inmaculada Concepción en el vientre de su Madre, Santa Ana.

La Virgen María es también “santuario del Espíritu Santo”. En ella ha residido y reside plenamente el Espíritu. Formando su corazón para ser la nueva arca de la alianza en quien moraría Dios hecho hombre.

Ojala tomemos conciencia todos los cristianos de que junto a María nuestra Madre y por su poderosa intercesión, abramos las puertas de nuestros corazones y de toda la Iglesia, para que se mueva rápidamente el fuego y el viento abrazador del Espíritu Santo, trayendo el don de un nuevo y tan necesario Pentecostés. En el cenáculo, estando en oración con los Apóstoles, fue inundada por el Espíritu Santo, desde aquel momento Ella comenzó a ejercer su condición de Madre de la Iglesia. Gracias a el Espíritu Santo, la Virgen María es la primera Mujer Carismática.

martes, septiembre 14, 2010

La mirada sanadora de Cristo el Nazareno


Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Toda una vida han quedado grabadas en mi mente varias escenas religiosas desde mi niñez, recuerdo, el rosario de mi madre que cada noche nos reunía antes de acostarnos y todos los hermanos mayores y menores dejábamos nuestros quehaceres y tareas académicas para unirnos en oración, ese rosario era tan sagrado que al morir mi madre, silenciosamente fui hasta su cuarto lo agarre y quise conservarlo para el resto de mi vida.

En el centro de nuestra sala en la casa materna de Buga en el Valle del Cauca, Colombia teníamos en la pared un gran retrato del rostro de Jesús. Siempre me impresionaba mirarlo porque su mirada era tan fuerte y penetrante que me daba la impresión que era el vigilante y guarda del hogar. Su mirada me seguía a todo momento, atrás y adelante, daba la impresión que quería hablarme. Desde ese entonces esos ojos de mirada compasiva, amorosa y sanadora de Jesús, los llevo grabados en mi mente. La mirada de Jesús era directa, atractiva e impresionante, sus ojos tienen poder sanador más fuertes que los rayos láser.

Los maravillosos ojos de Jesús en las Sagradas Escrituras muestran los prodigios que su mirada realizaban: a Zaqueo lo mira con simpatía y encanto seductor: “cuando Jesús llegó a aquel lugar mirando hacia arriba, le vió y le dijo: “baja enseguida, Zaqueo, porque hoy quiero hospedarme en tu casa” (Lc 19, 5).

En el caso de la viuda generosa, su mirada estaba llena de penetración y admiración: “levantando los ojos, miraba a los ricos que echaban sus ofrendas… vio también a una viuda pobre que echaba dos blancas” (Lc 21, 1-2). Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer (Jn 8, 10) al paralítico de Cafarnaum y a sus ayudantes: “Al ver Jesús la fe de ellos (Mc 2, 5). A la humilde Hemorroisa: “Pero Jesús volviéndose y mirándola dijo: “ten animo hija” (Mt 9, 22). A la pobre mujer encorvada: “cuando Jesús la vió, la llamó y le dijo: “mujer, quedas libre de tu enfermedad” (Lc 13-12). A las muchedumbres hambrientas de pan: “y vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos” (Mc 6, 34). O hambrientas de su palabra: “y alzando los ojos… decía: bienaventurados” (Lc. 6-20). Y bienaventurada sea la mirada de Jesús que sana, libera y reconforta.

lunes, septiembre 13, 2010

¿QUIÉN HA TOCADO A JESÚS?

Por el Rev. José E. Hoyos

Hoy con gran urgencia el hombre moderno ha escuchado hablar de Dios; Le queda en su conciencia un eco en la lejanía que existe Dios. Pero la realidad es otra; todavía no se ha atrevido acercarse a Él a conocerlo y a abrazarlo.

Porque cuando uno toca a Cristo la vida misma se transforma,todo cambia y empieza un gran ánimo para nacer de nuevo. Un ejemplo de ello lo tenemos en el relato de La Hemorroisa (Mateo 9, 20-22): “En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acerco por detrás y le tocó el borde del manto, penando: con solo tocarle el manto, me salvaré”. Jesús se volvió, y al verla le dijo: “¡Animó, hija! Tu fe te ha salvado, y desde aquel momento quedo curada la mujer”.

San Ambrosío nos dice que “con la fe se toca a Cristo”. Cuando nos acercamos a Jesús y lo tocamos nuestro toque es diferente, pues de Él saldrá sanación. Todo en Cristo, hasta su sangre, sus espinas, sus clavos, sus llagas, sus heridas y la cruz nos invitan a su encuentro. Las puertas no se abren si no hay una llave. Y para que ella abra hay que tocarla y si es una puerta espiritual quien la abrirá con alegría y de una forma especial será el portero más maravilloso de la historia: Cristo Jesús.

Tenemos que aprender a llamar con humildad y esperar con paciencia. Si no, podríamos quedarnos para siempre en los umbrales de Cristo sin entrar en EL. Algunos se preguntaron ¿porque la mujer toco las vestiduras de Jesús y no su mano? Pues primero por su enfermedad por respeto a no contagiarlo y segundo porque la fe de La Hemorroisa era tan grande que ella estaba convencida de que el poder de Dios estaba presente en todas partes.

El toque es cuando nos dejamos llevar por la fuerza del Espíritu Santo; y Cristo con sus manos toca nuestros corazones. Para crecer y avanzar en nuestra fe, hay que dejar guiarnos por las manos de Jesús. Su toque realizá maravillas en el matrimonio, la amistad, los hijos, la familia y la sociedad.