Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Sin María no hay Espíritu Santo. Como director espiritual de la Renovación Católica Carismática de la Diócesis de Arlington, me he preocupado siempre de que antes de comenzar un grupo de oración, María debe estar en el centro. Y si es posible comenzar por lo menos con una década del Santo Rosario; igualmente me preocupa cuando me invitan a predicar a diferentes lugares o países en Latinoamérica y no ver la imagen de la Santísima Virgen en los eventos.
Como sacerdote carismático Marianos siente un gran vacío, y como predicador me da la impresión que estoy dirigiendo un culto evangélico o protestante. La presencia de María es importante no solo en la historia de la salvación, en el día de Pentecostés, sino en el proceso de nuestra sanación.
Se nos olvida muchas veces a los católicos que ella es la intercesora. Pues basta solo con recordar el primer milagro de Jesús que se realizo en las Bodas de Cana de Galilea en la que estaba: “Tres días después hubo una boda en Cana de Galilea en al que estaba la madre de Jesús”. En aquel lugar Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El. Después fue a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos pero estuvieron allí solo unos días” (Juan 2, 1-12).
María debe estar presente en los acontecimientos importantes de nuestra vida y en la rutina diaria. No la marginemos de nuestra actividad espiritual. Ella tiene un papel mediador importante en nuestras relaciones con el Señor. La Virgen María fue llamada por San Francisco de Asís “La Esposa del Espíritu Santo”. Esta unión intima se inicia en el momento de su Inmaculada Concepción en el vientre de su Madre, Santa Ana.
La Virgen María es también “santuario del Espíritu Santo”. En ella ha residido y reside plenamente el Espíritu. Formando su corazón para ser la nueva arca de la alianza en quien moraría Dios hecho hombre.
Ojala tomemos conciencia todos los cristianos de que junto a María nuestra Madre y por su poderosa intercesión, abramos las puertas de nuestros corazones y de toda la Iglesia, para que se mueva rápidamente el fuego y el viento abrazador del Espíritu Santo, trayendo el don de un nuevo y tan necesario Pentecostés. En el cenáculo, estando en oración con los Apóstoles, fue inundada por el Espíritu Santo, desde aquel momento Ella comenzó a ejercer su condición de Madre de la Iglesia. Gracias a el Espíritu Santo, la Virgen María es la primera Mujer Carismática.
Sin María no hay Espíritu Santo. Como director espiritual de la Renovación Católica Carismática de la Diócesis de Arlington, me he preocupado siempre de que antes de comenzar un grupo de oración, María debe estar en el centro. Y si es posible comenzar por lo menos con una década del Santo Rosario; igualmente me preocupa cuando me invitan a predicar a diferentes lugares o países en Latinoamérica y no ver la imagen de la Santísima Virgen en los eventos.
Como sacerdote carismático Marianos siente un gran vacío, y como predicador me da la impresión que estoy dirigiendo un culto evangélico o protestante. La presencia de María es importante no solo en la historia de la salvación, en el día de Pentecostés, sino en el proceso de nuestra sanación.
Se nos olvida muchas veces a los católicos que ella es la intercesora. Pues basta solo con recordar el primer milagro de Jesús que se realizo en las Bodas de Cana de Galilea en la que estaba: “Tres días después hubo una boda en Cana de Galilea en al que estaba la madre de Jesús”. En aquel lugar Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en El. Después fue a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos pero estuvieron allí solo unos días” (Juan 2, 1-12).
María debe estar presente en los acontecimientos importantes de nuestra vida y en la rutina diaria. No la marginemos de nuestra actividad espiritual. Ella tiene un papel mediador importante en nuestras relaciones con el Señor. La Virgen María fue llamada por San Francisco de Asís “La Esposa del Espíritu Santo”. Esta unión intima se inicia en el momento de su Inmaculada Concepción en el vientre de su Madre, Santa Ana.
La Virgen María es también “santuario del Espíritu Santo”. En ella ha residido y reside plenamente el Espíritu. Formando su corazón para ser la nueva arca de la alianza en quien moraría Dios hecho hombre.
Ojala tomemos conciencia todos los cristianos de que junto a María nuestra Madre y por su poderosa intercesión, abramos las puertas de nuestros corazones y de toda la Iglesia, para que se mueva rápidamente el fuego y el viento abrazador del Espíritu Santo, trayendo el don de un nuevo y tan necesario Pentecostés. En el cenáculo, estando en oración con los Apóstoles, fue inundada por el Espíritu Santo, desde aquel momento Ella comenzó a ejercer su condición de Madre de la Iglesia. Gracias a el Espíritu Santo, la Virgen María es la primera Mujer Carismática.