Por José
Eugenio Hoyos
Cuando tú asistes a un congreso de sanación, a una misa por
los enfermos o a una adoración Eucarística no hay que esperar que obligadamente
se tiene que sanar o liberar todas las personas.
La actitud de una persona es pedirle a Dios que antes de una
persona es pedirle a Dios que antes de una sanación te llene de más fe y que
aprendas a ser dócil a el Espíritu Santo.
Cuando un dolor, una preocupación o una enfermedad terminal
llega a tu vida hay que convencerse y creer que Dios si va actuar directamente
en tu situación o en la enfermedad sea como sea ofrecer ese sufrimiento a Dios
no como un castigo sino como un medio de purificación.
San Pablo a los Romanos 8:17-18 nos dice: “Y si somos hijos,
somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora
sufrimos con El, también tendremos parte con El en su gloria. De hecho, considero
que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de
revelarse en nosotros.”
Siempre en las integrantes de la Renovación Carismática (RCC)
se les recomienda que aprovechen su sufrimiento y su crisis para ofrecer cada
incomodidad a Dios por alguna intención particular, por la conversión de un
pecador, por la salvación y la transformación de su corazón.
Si Dios además de todo poderoso, es amoroso es también
misericordioso y compasivo.
Es en el año de la misericordia donde más vemos sanaciones,
conversiones y liberaciones. Es cuando vamos a ver el rostro de Cristo mostrando
e inyectando misericordia a todos los creyentes. La misericordia de Dios no
tiene límites, Él es capaz de todo y nos quiere sana a todos.