Por José
Eugenio Hoyos
El tiempo litúrgico del Adviento nos regala 4 semanas muy
importantes para prepararnos a recibir de una forma más espiritual a Cristo Jesús
a ese Emmanuel Dios entre nosotros.
Dentro de la Renovación Carismática (RCC) cada Carismático se
prepara con mucha seriedad y compromiso a abrir su corazón para recibir al Mesías.
De la misma manera como lo dice esta corriente de gracia
nuestra misma espiritualidad lo dice: “renovación” palabra que está muy grabada
en nuestro diario vivir.
Los Carismáticos estamos llamados a re-nacer, a dejar que el Espíritu
Santo actué profundamente y transforme nuestras vidas y nuestras comunidades.
Creemos en Dios todopoderoso, el que siéndolo, quiso hacerse
niño, que nació en un pesebre, pero que anonadándose, no perdió su poder sino
que lo manifestó como “Poder de Amor.” EL amor misericordioso que todo lo
vence, Jesús enterró al hombre viejo en el pesebre y en la Cruz y nos dio la
unidad en la Redención.
Como nos dice San Jerónimo: “Aquel que encierra en un puño el
universo, se haya aquí encerrado en un estrecho pesebre.
Nos preparamos en ayuno, nos levantamos más temprano para
rezar una década del Santo Rosario, durante el día regalarse 5 minutos de
silencio dejar nuestras preocupaciones y deferencias ante Jesús Sacramentado.
La paz externa y silencio interior le da oxígeno y limpia automáticamente
el alma.
Los Carismáticos deben confesarse por lo menos una vez al
mes. Ofrecer la Santa Eucaristía por el Papa, las vocaciones y la paz del
mundo. Y sobretodo en este tiempo fomentar una tierna devoción a María, sin María
no existiría Jesús. Sin María no podríamos celebrar la Navidad.