Por Kelvin
Saravia
La Renovación Carismática Católica (RCC) además de ser una
poderosa corriente de gracia es una gran fuerza espiritual que a través de la
fe nos llena a los Carismáticos de dones y carismas.
La herencia de dones y carismas que Dios nos ha dejado, es un
regalo precioso que hay tenemos los cristianos que descubrir y poner en práctica
para enriquecer a nuestras comunidades y demostrarles que la misericordia y la compasión
de Dios está viva y se mueve en la Iglesia y en cada grupo de oración.
A través de las Sagradas Escrituras podemos testimoniar y ver
muchos casos de creyentes y de Carismáticos que creyeron y confiaron en el
Evangelio de Cristo, que nunca dudaron en que Dios iba a cumplir las promesas
de Pentecostés.
Cada uno de ellos recibió lo que creyó, porque Dios responde
positivamente a la fe de los que creen. “Corre a clamarle a Dios, el corazón de
Cristo es un Santuario reconfortante para el alma adolorida, “Dios mío clame a
ti y me sanaste” (Salmo 30).
Los Carismáticos, comprometidos en los diferentes ministerios
de la Iglesia, tenemos que entender que Dios siempre está con nosotros y que el
Espíritu Santo es quien nos guía, protege y enriquece espiritualmente.
“Tú en cambio, quédate con lo que has aprendido y de lo que estás
seguro, sabiendo de quien lo recibiste. Además desde tu niñez conoce las
Sagradas Escrituras. Ellas te darán sabiduría que lleva a la salvación mediante
la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo
3:10-15).
El Espíritu Santo sigue fortaleciendo nuestra Iglesia y dándole
fuerza a la Renovación Carismática
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