Por el Padre José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
29 de octubre de 2009
Los seres humanos debemos irnos preparando cada día a robustecer nuestra vida espiritual y nuestro acercamiento continuo con Dios. Y para que esto suceda con resultados positivos debemos practicar la oración, las buenas obras, practicar las virtudes y sobre todo controlar nuestra lengua.
Los chismes pueden causar grandes daños no solo a las personas sino que agrietan el espíritu. La siguiente historia, atribuida a la vida del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, también nos indica, por medio de un ejemplo bien grafico, las consecuencias de las críticas y del chisme.
Cuentan que, una vez, una mujer se fue a confesar con el Santo Cura de Ars, y ella confesó que había regado un chisme tan feo contra una pareja, que había provocado el divorcio de esta. Además, dijo que ella no mataba, no robaba, solo regaba rumores o hablaba de más. Pero, según ella, su falta no era tan grave. Después de esto, ella pidió que la absolviera. El Padre le ordeno a la señora que hiciera algo muy sencillo: comprar una gallina en el mercado y, luego, subir al campanario, comenzar a quitarle las plumas una por una y arrojarlas desde lo alto.
Cuando la mujer terminó de hacerlo, el Santo Cura le dijo que el siguiente paso era ir por las calles del pueblo y recoger las plumas que ella había arrojado desde el campanario de la Iglesia. A lo cual, la mujer respondió que esto era imposible, pues el viento las había dispersado por todo el pueblo. “Así es” le dijo el sabio sacerdote. “De la misma manera, un simple comentario puede ser arrastrado por el viento, destruir el honor de un hombre, y, luego, ya es imposible reparar el mal que se ha hecho. Cuando usted le roba el honor a alguien ya no se lo puede devolver, pues la critica ha volado por todo el pueblo.” Nadie puede dudarlo. La lengua es el canal de la mentira, el chisme, y las ofensas, el arma que usan los hombres para injuriarse.
Leemos en la Biblia: “Si alguno no cae hablando es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. La lengua es un miembro pequeño pero sirve para grandes cosas… de una misma boca proceden la bendición y la maldición. De Santa Teresa de Jesús decían sus amigas que con ella tenían las espaldas seguras. Jamás hablaba mal de los demás. Tanto mal causa el murmurador como el que lo escucha. Ambos generan violencia y animadversión. El chisme y la calumnia son un grave escollo en la convivencia. Te ennobleces si hablas bien de los ausentes. Por esto estoy de acuerdo con José Narosky cuando dice: “un microbio puede empujar una calumnia. Y un gigante no puede detenerla.”
1 comentario:
El Santo Cura, no tenia mucho respeto por las gallinas parece...
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