Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Boletín Interparroquial
12 de abril de 2009
Después de haber participado activamente en la Semana Santa: Jueves, Viernes y Sábado de Gloria, es tiempo de proclamar que Jesús ha resucitado. Cientos de testigos vieron a Cristo vivo tras su muerte. En cierta ocasión apareció a 500 personas a la vez (1 Co 15:6). Muchos de estos testigos oculares del ministerio público de Cristo eran hostiles al Jesús. Es un hecho real, histórico, como todo lo que dicen los Evangelios sobre Jesús de Nazaret y meta histórico, va más allá pues anticipa nuestra propia resurrección. Cuando celebres la resurrección de Cristo toma en cuenta estas cuatro afirmaciones:
1. La resurrección de Jesús no es una vuelta a su vida anterior, para volver a morir de nuevo. Jesús entra en la vida definitiva de Dios; es “exaltado” por Dios (Hch 2, 23); es una vía diferente a la nuestra (Rm 6, 9-10).
2. Jesús resucitado no es una “alma mortal”, ni un fantasma. Es un hombre completo, con cuerpo vivo, concreto que ha sido liberado de la muerte, del dolor, de las limitaciones materiales, con todo lo que constituye su personalidad.
3. Dios interviene, no para volver a unir el cuerpo y el alma de Jesús, sino que ocurre un nuevo prodigio, una intervención creadora de Dios. El Padre actúa con su fuerza creadora y poderosa, levantando al muerto Jesús a la vida definitiva y plena.
4. No se trata de que Jesús resucitó “en la fe” de sus discípulos, o en “su recuerdo”. Es algo que aconteció verdaderamente en Jesús y no en la mente o en la imaginación. Jesús realmente ha sido liberado de la muerte y ha alcanzado la vida definitiva de Dios. El Tiempo Pascual comprende 50 días “los cincuenta días que median entre el Domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés”. Se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo. Dentro de la cincuentena se celebra la Ascensión del Señor, ahora no necesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de la Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y la Ascensión pertenece sencillamente al misterio de la Pascua del Señor y concluye con la donación del Espíritu Santo en Pentecostés.
Con trompetas, alabanzas y pañuelos blancos proclamemos que Cristo ha resucitado. ¡Felices Pascuas!
Boletín Interparroquial
12 de abril de 2009
Después de haber participado activamente en la Semana Santa: Jueves, Viernes y Sábado de Gloria, es tiempo de proclamar que Jesús ha resucitado. Cientos de testigos vieron a Cristo vivo tras su muerte. En cierta ocasión apareció a 500 personas a la vez (1 Co 15:6). Muchos de estos testigos oculares del ministerio público de Cristo eran hostiles al Jesús. Es un hecho real, histórico, como todo lo que dicen los Evangelios sobre Jesús de Nazaret y meta histórico, va más allá pues anticipa nuestra propia resurrección. Cuando celebres la resurrección de Cristo toma en cuenta estas cuatro afirmaciones:
1. La resurrección de Jesús no es una vuelta a su vida anterior, para volver a morir de nuevo. Jesús entra en la vida definitiva de Dios; es “exaltado” por Dios (Hch 2, 23); es una vía diferente a la nuestra (Rm 6, 9-10).
2. Jesús resucitado no es una “alma mortal”, ni un fantasma. Es un hombre completo, con cuerpo vivo, concreto que ha sido liberado de la muerte, del dolor, de las limitaciones materiales, con todo lo que constituye su personalidad.
3. Dios interviene, no para volver a unir el cuerpo y el alma de Jesús, sino que ocurre un nuevo prodigio, una intervención creadora de Dios. El Padre actúa con su fuerza creadora y poderosa, levantando al muerto Jesús a la vida definitiva y plena.
4. No se trata de que Jesús resucitó “en la fe” de sus discípulos, o en “su recuerdo”. Es algo que aconteció verdaderamente en Jesús y no en la mente o en la imaginación. Jesús realmente ha sido liberado de la muerte y ha alcanzado la vida definitiva de Dios. El Tiempo Pascual comprende 50 días “los cincuenta días que median entre el Domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés”. Se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo. Dentro de la cincuentena se celebra la Ascensión del Señor, ahora no necesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de la Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y la Ascensión pertenece sencillamente al misterio de la Pascua del Señor y concluye con la donación del Espíritu Santo en Pentecostés.
Con trompetas, alabanzas y pañuelos blancos proclamemos que Cristo ha resucitado. ¡Felices Pascuas!
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