Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
24 de diciembre de 2009
Cuántos de nosotros que nos enloquecemos en los centros comerciales, en los almacenes, a través del Internet buscando el mejor regalo para complacer a nuestros amigos, familiares, al jefe, al doctor, o a la persona que creemos es especial en nuestras vidas. A veces gastamos cantidad de dinero, pues pensamos que comprando el regalo más costoso es lo mejor. Cuanta competencia encontramos también cuando en muchos lugares de trabajo participamos en el juego del amigo secreto, etc.
Siempre decimos que Navidad es tiempo para gastar tiempo espiritualmente y no gastar tanto con las tarjetas de crédito. Pero nadie detiene a nadie, pues para una vasta mayoría regalos, tarjetas, fiestas, novenas, aguinaldos, posadas, eso es parte de la Navidad. Pero en realidad el mejor regalo es el que nace del corazón, el más sencillo como el de la siguiente historia:
Tres hijos dejaron su hogar y se independizaron. Cuando se juntaron nuevamente, hablaron de los regalos que le hicieron a su madre. El primero dijo: “Yo construí una casa enorme para nuestra madre.” El segundo dijo: “Yo le mandé un Mercedes Benz con un chofer.” El tercero dijo: “Les gané a los dos. Ustedes saben cuánto disfruta mamá de leer la Biblia, y saben que no puede ver muy bien. Le mandé un gran loro que puede recitar la Biblia en su totalidad, contribuí con $1,000,000 durante 10 años, pero valió la pena. Mamá sólo tiene que nombrar el capítulo y el loro lo recita.”
Pronto, la mamá envió sus cartas de agradecimiento. Escribió a su primer hijo: “Isaac, la casa que construiste es tan grande. Yo vivo en un solo cuarto y ahora tengo que limpiar toda la casa.” Escribió a su segundo hijo: “Carlos, estoy demasiado vieja como para viajar. Me quedo en casa todo el tiempo, así es que nunca uso el Mercedes.” Escribió a su tercer hijo: “Mi queridísimo Roberto, fuiste el único hijo que tuvo el sentido común de saber lo que le gusta a tu madre. De corazón te agradezco la Sagrada Biblia, pero más que nada disfrute la sopa de pollo que preparaste. ¡Estaba deliciosa! Esa sopa y tu compañía han sido el mejor regalo de Navidad. Gracias, que en esta Navidad se renueve la fe, la alegría y la esperanza.”
Hoy nos ha nacido un niño, pero no un niño cualquier, es el Salvador del Mundo. Alegrémonos y acompañemos a Jesús y María. Con mucho cariño me uno a las oraciones en los hogares hispanos y de los inmigrantes y les deseo a todos una Feliz Navidad y les pido que no perdamos la esperanza pues vendrá un mejor 2010.
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