Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
24 de diciembre del 2009
Ha sido muy placentero ver en estos días de Navidad el regreso a la Iglesia Católica de miles de personas a las diferentes celebraciones litúrgicas navideñas. Es una lástima que sólo en la Semana Santa, en los bautizos, matrimonios, funerales y en la Navidad aparezcamos en la Iglesia. Mi deseo navideño es que ojalá en este gran acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús, renazca nuestro deseo de regresar definitivamente a la Iglesia y de quedarnos en ella para siempre.
El nacimiento de Jesús debe ir más allá como leemos en el texto del profeta Isaías: “El Pueblo que camina en tinieblas vio una gran luz” (Is 2, 11). A este pueblo pertenecían los pastores de Belén, que velaban de noche su rebaño y a los que en primer lugar, llegó la noticia: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11). Hoy ha nacido Cristo, el Señor, el Salvador.
Para aquel tiempo y en el presente es la mejor noticia que hemos podido escuchar. Pues se nos regresa la esperanza y se convierte en un motivo de seguir preparándonos para tener un encuentro con Jesús. Es por eso, que en la Navidad en algunos lugares las estrellas brillan más y se mueven comunicándose las unas a las otras de que el Mesías tan esperado a llegado.
Por años nos hemos preparado a este histórico acontecimiento, hemos puesto multicolores luces en nuestros antejardines, en los pinos y árboles de Navidad, han sonado villancicos, el mundo ha cantado y hoy es día y motivo de celebración.
Tienen mucha razón aquellos avisos que nos dicen que: “Cristo es la razón de la ocasión y de la celebración” y “de Cristo es la Navidad”. La Navidad no es sólo gastar, pensar en vacaciones, borracheras o ir a las playas; es realizar el mejor viaje del mundo, pero dentro de nuestras propias vidas con seriedad de reflexión y de conversión. Que en realidad se note que Cristo ha nacido en nuestra vidas y que se quiere quedar dentro de nuestros corazones guiándonos, protegiéndonos y dándonos fuerzas de vivir.
Si Cristo no hubiera nacido el mundo se hubiera terminado hace mucho tiempo. Los hombres se hubieran suicidado y deprimido porque no habría esperanza. Los niños(as) no estarían jugando con sus juguetes, ni corriendo en sus bicicletas y patinetas. No hubiera fiestas, ni comida, ni regalos; igualmente se acabarían las sonrisas, los abrazos y los mensajes de paz y amor. ¡Feliz Navidad y Felices Pascuas!
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