Por José Eugenio Hoyos
La Renovación
Carismática nació el día de Pentecostés, en el derramamiento del Espíritu Santo
sobre María y los Apóstoles su único fundador es el mismo Espíritu Santo. Solo hace
50 años se descubrió la gran corriente de gracia en el mundo moderno.
Es por eso
que cada Carismático es rico y afortunado al recibir dones y carismas.
Cada Carismático
ha sido llamado a realizar cosas grandes en el nombre del Señor, a Predicar la
Buena Nueva, a sanar a los enfermos y a liberar a espíritus malignos en el
nombre de Cristo Jesús.
“Y sabemos
que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para
los que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano conoció,
también los predestino a ser hechos conforme a la imagen de su hijo, para que Él
sea el primogénito entre muchos hermanos” (ROM 8:28)
Cuando Dios
te dice que eres llamado y escogido para heredar cosas grandes e suelta proféticamente
lo que nos dicen las Sagradas Escrituras “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob.” En
otras palabras, Dios bendice más allá de la tercera generación, para luego volver
a renovar su promesa.
Lo importante
no es como naciste, sino para que naciste.
El propósito
central de cada Carismático es ser semejantes a Jesucristo en nuestras
actividades, nuestro estilo de vida, nuestras relaciones, nuestros sacrificios,
nuestros ministerios y siendo testimonios vivientes que arrastren en esta
corriente de Gracia multitud de almas para Cristo.
San Pablo
nos dice: “Somos llamados según sus propósitos” “Pero cuando venga el Espíritu
de verdad, él os guiara a toda la verdad, porque no hablara por su propia
cuenta, sino hablara todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de
venir. El me glorificara, porque tomara de lo mío y os lo hará saber. Todo lo
que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomara De lo mío y os lo hará
saber.” (Juan 16: 13-15)
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