El Colombiano
23 de noviembre de 2009
Desde hace 20 años el sacerdote José Eugenio Hoyos le labra otro destino a los inmigrantes en Estados Unidos que necesitan una mano para sobrevivir. Los pandilleros y enfermos graves son su gran inspiración.
Medellín -- Como si el tiempo no le fuera a alcanzar, el sacerdote José Eugenio Hoyos Salcedo invierte todo el que tiene en cuanta idea fugaz le cruza por la mente. En las calles de Arlington, E.U., no es raro verlo saltar de una campaña para donación de órganos a otra para rescatar pandilleros, pasando en el medio por misas de sanación y jornadas de asesoría a indocumentados.
Él lo resume fácil: “en E.U. el sacerdote tiene que ser médico, psicólogo, acompañante, amigo, confesor y abogado de inmigración”.
Este bugueño de nacimiento, pero paisa de corazón (le viene de la familia paterna), viajó hace 20 años a E.U. para estudiar un doctorado en Sociología y allí lo encontró su vocación.
Los obispos estadounidenses estaban pidiendo sacerdotes para que los ayudaran con el éxodo masivo de salvadoreños y el padre Hoyos descubrió que lo suyo era proteger a los inmigrantes indocumentados.
“Tenemos varios programas a favor de los hispanos, una de mis luchas es porque sean respetados aunque sean indocumentados. Ningún ser humano es ilegal, no somos aliens ni venimos de otro planeta”, dijo el reverendo.
Para que no pisoteen a los inmigrantes, el padre, director del apostolado hispano con 35 parroquias a cargo, adelanta con ellos programas de asesoría de documentos y pelea por sus derechos de vivienda y educación.
Durante la administración de George W. Bush trabajó dos años en la Comisión para la calidad de la educación. El éxito fue poco, reconoció, “conseguimos muchas becas pero todavía hay mucha discriminación y racismo” en las universidades.
Cambiando el rumbo
La paz lo desvela y creer que es posible cambiar el mundo lo impulsa a exprimir cada segundo de vida.
Tal vez porque la violencia irrumpió salvajemente en su hogar y le arrebató a su hermano mayor, Jairo Javier, uno de los 11 diputados del Valle asesinados por las Farc hace dos años.
Su granito de arena es marcarles otro camino a los pandilleros de Virginia, que en su mayoría provienen de América Central y pertenecen a los Mara Salvatrucha o Mara 13.
¿Cómo? “Teniendo a la juventud totalmente ocupada”. Hace 15 años cuando las pandillas “eran una plaga, como un virus regado que se estaba propagando fuertemente, las iglesias y los centros comunitarios nos unimos” para ponerles un freno.
Hoy se enorgullecen viendo que cada año trabajan con entre 100 y 150 pandilleros, a quienes buscan en centros comerciales y les dan cursos de computación, internet y creación de páginas web.
Además les envían mensajes positivos a través de conciertos o del testimonio de otros con el programa Jóvenes rescatando jóvenes. Como si esto fuera poco el programa bandera de este cura colombiano es su fundación Marcelino, Pan y Vino. Creada en 1992 para conseguir donantes de órganos.
Hasta el momento han realizado 86 transplantes, a hispanos, hasta afganos y un testigo de Jehova, que fue convencido de que su vida era lo más importante.
¿La recompensa? Salvar vidas convenciendo a otros para “que los órganos no se los lleven al cielo sino que los dejen aquí en la tierra”.
Y que un día cualquiera alguien vuelva a tocarle la puerta para pedirle que bautice a un hijo o lo case y cuando él le pregunte cómo lo conoce, su interlocutor agradecido repita las palabras que otro ya pronunció: que él lo saco de las pandillas y hoy está formando un hogar, con un trabajo poco remunerado pero con el alma en paz.
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