Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
7 de diciembre de 2007
Poco a poco nos vamos acercando casí al final de un año más. El majestuoso colorido de los árboles, las bajas temperaturas y, sobre todo, los adornos y la propaganda de Navidad nos indican inmediatamente que nos preparemos a empezar a contar los días para celebrar un nuevo año. ¡Increíble!
Y de verdad es increíble porque el tiempo vuela sin darnos cuenta y muchos nos preguntaremos ¿pero a qué hora se nos fue este año? No terminamos nuestros proyectos, ni nuestros deseos se cumplieron; nos quedamos a la mitad del camino.
Este es como un campanazo o un llamado de alerta para que aprovechemos el tiempo pues desafortunadamente desechamos los momentos más preciosos en cosas que no valen la pena, en peleas, en frustraciones y pensamos que no podemos llevar a cabo nuestras metas.
Por eso desde ahora démosle calidad a nuestro tiempo, a nuestras vidas, y a nuestras actividades. Todavía tenemos tiempo para que le inyectemos esperanza y entusiasmo a lo que nos queda del resto del año.
La esperanza será el mejor ingrediente para reencauchar el rítmo de trabajo y nuestro paso por este mundo. La esperanza nos anima a creer en un mejor mañana. La esperanza revitaliza nuestras fuerzas y nos mantiene con vida, y es que vivir es andar de una esperanza a otra sin dejarse abatir por los golpes y las caídas. La esperanza es nuestra mejor medicina cuando el alma esta enferma, azotada por el desaliento y el pesimismo. Así podemos practicar lo que decía el pensador francés Montaigne: "El hombre debe aprender a soportar pacientemente lo que no puede evitar debidamente."
Somos capaces de soportar pruebas más fuertes de lo que pensamos, con una resistencia que no sorprende. Somos capaces de vencer lo que parece invencible, cuando estamos unidos a Dios, y Él se muestra fuerte en nuestra debilidad. Con una esperanza viva comprobamos que aun la noche más oscura tiene su claro amanecer y que quedan muchas alegrías por disfrutar. Es cierto que muchos de nuestros hermanos inmigrantes perdieron la esperanza en una reforma migratoria justa y moral, pero no todo está perdido. De las cenizas saldrán aves de esperanza que volarán muy alto. Hay que esperar. Dios tarda pero nunca olvida. ¡Ánimo! Sin fantasear espera lo mejor y lucha por lo mejor. Espera algo bueno, porque cuando tenemos esperanza, cosas buenas suceden.
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